Alfonso Javier Márquez

Se volvió a hacer un cochinero en el PRI. Volvió a ocurrir lo que siempre pasa desde que se le salieron los tornillos de lo “institucional” a raíz de la derrota del 95, en el caso de Jalisco, cuando se les rompió la taza y cada quien jaló para su casa, formándose de cada pedazo de taza un nuevo grupo que aun hoy no pueden volver a pegar en un solo cuerpo, ni siquiera en dos o tres piezas.

En el PRI reina la hipocresía, la avaricia, el egoísmo, el odio, y todos los bajos sentimientos que podamos mencionar. Es triste porque es la única opción de alternancia que tenemos los jaliscienses en vista de los abusos cometidos por el Partido Acción Nacional, pero seguimos atrapados en la premisa de “tan malo el pinto como el colorado”.

Este proceso interno me parece que dejó heridas mucho mas difíciles de sanar y que le hacen mas daño a la posibilidad de recuperar el poder para el PRI que los procesos anteriores, por lo menos los dos anteriores que viví muy de cerca.

La indignación del senador Ramíro Hernández por lo sucedido en el proceso interno se puede interpretar de dos maneras: o que está enojado porque se lo “agandallaron” en prácticamente todo lo que se repartió o porque en verdad, como dice, esta preocupado por lo mal parado que queda su partido con las actitudes, hechos y consecuencias del proceso electoral interno. Sobre todo, por lo que puede ocurrir en el proceso electoral en puerta cuando no encuentren, otra vez, la unidad perdida hace década y media.

Ocurrió la vez ante pasada con la gente de Enrique Ibarra que no ayudó a Jorge Arana para ganar, primero la gubernatura y después Guadalajara; luego volvió a ocurrir con los mismos de Ibarra, mas los de Javier Guízar Macías y Ramiro Hernández que también se hicieron a un lado para dejar solo a Arturo Zamora tras de que los dejó fuera de las posiciones importantes. El común denominador de esas tres elecciones y la que está en marcha: la traición, la falta de cumplimiento tanto de la palabra como de los acuerdos, el “agandalle”, el “madrugete” y la mentira.

De un lado o del otro, pero los actores siguen siendo los mismos. Una vez traidores y la otra los traicionados. No es problema de una o unas personas, es un problema mucho mas profundo en el que no hay liderazgo, poder o proyecto que logre, por lo menos en el corto plazo, hacer cambiar al Partido Revolucionario Institucional.

Cada vez que se acercan las elecciones, los estudios de opinión le dan al PRI crecimiento en la simpatía social, y ese es el espejismo que engaña a todos los que se sienten dueños del derecho a regresar al poder o acceder a él. Se trata de un espejismo que desaparece tan pronto como comienzan a verse los priístas como son y la sociedad los vuelve a poner en su lugar. Cada tres años crece la sensación de que puede volver el PRI a gobernar pero es solo una sensación generada no por que sea una esperanza para la sociedad sino porque crece el odio hacia el Partido Acción Nacional en el gobierno con sus abusos, prepotencia y, en esta ocasión, hasta una mentada de madre. No obstante el tricolor no ha logrado construirse a si mismo mas allá que una estatua de sal que se cae a la primer ventisca.