Por Hugo Luna

En los próximos días el Programa Estatal de Desarrollo (PED), será presentado al Congreso local tal y como lo establece la legislación vigente.
El borrado del Plan propone las líneas que habrán de regir las acciones de Gobierno en los próximos seis años y que son un primer paso hacia el 2030. También, en él se establecen directrices en materia de políticas públicas para atender los principales retos de Jalisco con una visión de futuro.
¿Qué podemos decir que no suene ofensivo respecto a estos “buenos deseos” del Gobernador Emilio González Márquez? ¿Qué decir de estas ideas caducas sobre el desarrollo económico?
¿Cómo entender que alguien que conoce el funcionamiento de una economía abierta, si aprovechó a cabalidad sus cursos o diplomados y pretenda vendernos la idea de que un documento como éste tendrá influencia real en el desarrollo?
La “planificación económica” hoy en el basurero de la historia ya no es tomada en serio prácticamente en ningún lado. Las razones para ello son simples y no hay que recurrir a Hayek para desechar esa visión del desarrollo; bastaría que un municipio en el cual se trató de conducir el desarrollo bajo esta visión, analicemos los resultados obtenidos.
Jalisco no es la excepción y a pesar de haber sido incluida en la Constitución y promulgada hace casi un cuarto de siglo una “Ley de Planeación”, esa desprestigiada baratija que aquí hemos dado en llamar “planeación económica”, sólo ha servido para resolver los problemas económicos de algunos vívales que han hecho el negocio de su vida imprimiendo miles de ejemplares de los planes, el estatal de Desarrollo y los “sectoriales”.
La economía planificada, sueño bolchevique que explotó en mil pedazos al entrar en crisis irreversible la Unión Soviética y los países que intentaron implantarla, es un obstáculo a veces parece ser insalvable para lograr el verdadero desarrollo.
La idea arraigada entre muchos de nosotros que un burócrata o asesor sabe más que millones de consumidores y agentes económicos privados y sólo él puede decidir sobre lo que nos conviene y por ello debe tomar las decisiones en lugar nuestro, es una de las grandes estupideces de la historia.
La apertura de la economía, obligada las más de las veces no por la visión moderna de los gobernantes sino por la debacle generada por malas políticas económicas entre ellas la “planeación”, es el instrumento que ha venido a demostrar sin lugar a dudas lo absurdo e impracticable de ese sueño que a principios del siglo XX Lenin y los bolcheviques implantaron en la naciente URSS.

Era entendible, en esa época, considerar la planificación económica como la “solución” a los problemas que enfrentaban, pero, a cien años de distancia y con la experiencia acumulada y su paso por las aulas de la Universidad de Guadalajara que seguro estudió el Gobernador Emilio González y hacernos creer que el Plan Estatal de Desarrollo jugará un papel decisivo en el conjunto de soluciones que demanda el estado.
¿Por qué lo hace Emilio? Si sólo actúa para cumplir con un requisito legal es entendible.
Uno habría esperado de él —por las ideas que planteó en la campaña una iniciativa en sentido contrario; una que planteara derogar la caduca Ley de Planeación en vez de promover la inútil “Visión PED 2030” y el aún más inútil documento que en breve presentará.
¿Qué hacer? Nada, sólo esperar que se aplique de manera natural la Ley de Oro de la “Planeación” que dice en su artículo único: “Una vez aprobado el Plan, lo mejor es olvidarse de él”.