Foto: @Marlon_RamirezM.
Resulta irónico que se festine y califique de exitosa la consulta ciudadana del domingo pasado cuando la participación no fue ni del ocho por ciento del padrón electoral y cuando se dieron escenas como las que registró @Marlon_RamirezM. en Orizaba, Veracruz, en donde en una mesa de recepción ubicada en la escuela técnica número cuatro se observa a una mujer desprendiendo boletas presuntamente marcadas previamente -independientemente que haya sido con el “sí” o con el “no”- y a otra doblándolas y depositándolas en la urna que tiene al lado.
Si esto quedó registrado en un video que se subió a las redes sociales y se virilizó, ¿en cuántas mesas más en cualquier parte del país se hizo lo mismo sin que nadie pudiera atestiguarlo, registrarlo y denunciarlo como sucedió con el captado y difundido ampliamente?
¿Esto es parte de lo que se festeja? ¿No es esto una falta de respeto para todos aquellos ciudadanos que de buena fe acudieron a manifestar su acuerdo o su rechazo a la pregunta planteada? ¿No es una burla para todos aquellos que creyeron que con su participación abonaban a creer que la participación era importante y vital para la toma de decisiones? ¿O éstos se sentirán satisfechos con su participación, pese a la burla de que fueron objeto por algunos de quienes atendieron las mesas de recepción? ¿O hay que consolarse con que quizás fueron algunos “prietitos en el arroz” a los que no debe dárseles la mayor importancia?
Sí, quizás Lorenzo Córdoba y demás integrantes del Instituto Nacional Electoral estén muy contentos porque la organización y realización de la consulta se realizó impecablemente, sin desorden, sin problema alguno en su ejecución y organización, pero ¿y en qué repercutió todo eso? Simplemente en que el INE demuestre que sabe organizar este tipo de eventos, ¿O en este caso concreto alguien cree que dicha consulta modificará en algo la vida política y social del país?
Al presidente del INE lo que le preocupaba e importaba era que la imagen del INE no se deteriorara, pero no así lograr la mayor participación ciudadana posible.
Sí, también podrá sentirse satisfecho, contento y feliz el presidente Andrés Manuel López Obrador por haber propuesto una consulta ciudadana -el tema es discutible-, que se haya organizado y realizado, y que no haya habido problema alguno en su ejecución. Pero, ¿una consulta en la que participa menos del 8% del padrón electoral, puede considerarse exitosa, cuando la meta era una participación mínima del 40% de la ciudadanía? Por supuesto que nunca reconocería que la mayoría de los ciudadanos menospreciaron su convocatoria a una consulta que sabían que no llevaría a nada.
Entiendo que los morenistas se suman al júbilo de su líder político por la realización de la consulta ciudadana, pero hasta ellos saben que nada se logrará con ello, que todo fue inútil, y que más allá de haber gastado 500 millones de pesos en su ejecución, de lo se trataba era de darle gusto al presidente. Y se cumplió.
Hay quienes aseguran que lo que falló fue la pregunta que propuso y elaboró la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que resultó bastante confusa. Pero no. Yo creo que lo que falló fue el propósito mismo de esta consulta, pues independientemente de cómo se hubiese planteado la interrogante, propios y extraños se quedaron con la idea de que el objetivo era si se debía o no sancionar o castigar a los políticos -muchos se quedaron convencidos de que era únicamente para sancionar a los ex presidentes- que incurrieron en alguna irregularidad o algún ilícito, no obstante la respuesta que se encontró unánimamente a ello: la aplicación de la ley no se consulta.
Así, pues, lo sucedido el domingo pasado quedará como un festejo más de cumpleaños, en donde el cumpleañero estuvo muy feliz y los invitados igual, pero al día siguiente ya todo volvió a la normalidad… hasta una nueva celebración.