Miguel Castro Reynoso sonrío amablemente al joven que dejó la pizza que cenaría, en compañía de su esposa y dos de sus hijas, sobre la mesa. En los amplios salones de la pizzeria con juegos infantiles donde se encontraba, el diputado por el 14 distrito, no sobresalía de entre los demás comensales, se le notaba relajado, a pesar de que el día siguiente pediría licencia como diputado, y como presidente del Partido Revolucionario Institucional en el municipio de Guadalajara.
Su comer pausado y el tono armonioso de la plática con su esposa, mostraban dos cualidades que en política le han servido mucho, al también dos veces presidente municipal de Tlaquepaque, y que ha obtenido de su fuerte afición por la lectura:
Es buen conversador, siempre tiene tema para platicar o argumentos para debatir. Lo mismo en una amigable plática de sobremesa con el entonces gobernador Francisco Ramírez Acuña cuando Miguel Castro era presidente municipal de Tlaquepaque. Que en acalorados debates defendiendo su posición, al rechazar el presupuesto de su casa de enlace como diputado local, aún en contra de sus compañeros de bancada. Su posición por cierto,  esa vez le llevó a dejar la coordinación parlamentaria del PRI.
Trata de mantenerse accesible a los demás, tal vez una de las frases leídas por Miguel Castro a Baltasar Gracián, uno de sus autores favoritos, sea la que más práctica “Por grande que sea el puesto, ha de mostrar que es mayor la persona.” Y Castro Reynoso ha buscado desde hace mucho tiempo que su imagen de “persona”, destaque más que su imagen de “político”. Baste recordar su campaña de botellas de agua en el mundial para quienes usaban las pantallas en el centro, las rosas regaladas en la calle por él en el día de la mujer, o el ceder su lugar de estacionamiento en el congreso para poner un ciclo puerto. El manejo de sus cuentas en redes la mayoría de las veces por él mismo, también buscan posicionar a la “persona” y no al “político”.
Pero, ante todo ha logrado posicionar una imagen de hombre de familia, cosa no muy común en el ambiente político de la localidad, incluso en su página, que ha tenido descuidada desde hace unos meses, se puede leer: “Mis padres, Miguel Castro Barba y Esperanza Reynoso, iniciaron un pequeño puesto de mariscos en la cabecera municipal de Tlaquepaque después de que mi padre fue deportado un par de veces al cruzar la frontera con los Estados Unidos. Gracias al trabajo duro, inauguraron el restaurante Progreso. Ahí comencé a laborar desde muy joven como lavaplatos y lava baños, debido a que mi padre quería que aprendiera la mejor lección de toda mi vida: que sólo con el esfuerzo podría lograr todas mis metas.”
La cena duró escasamente una hora, Miguel Castro salió confiado del restaurante, el día lunes terminaba. El martes en un acto protocolario donde ninguno de los actores principales usaba corbata, sería nombrado titular de la Secretaría de Desarrollo e Integración Social –SEDIS-, por el gobernador Aristóteles Sandoval, en sustitución de Salvador Rizo. El comentario generalizado entre conocedores de la política tapatía fue: llega tres años tarde, a él le tocaba desde el principio de la administración, pero, como no es parte del círculo del gobernador, no lo dejaban entrar.
Al caminar la fresca noche del lunes por el estacionamiento de la plaza comercial, donde se ubica la pizzería, una duda empezó a rondar la cabeza de Castro Reynoso, ¿se levantaría a las 5:30 o a las 6:00? para ir a correr al parque Metropolitano, como lo hace casi todos los días.