Por Jaime Ramírez Yáñez
Quienes han pasado por ese lugar, lo conocen como “El Limbo”, otros, como “E Caviar”, porque es la hueva más cara pagada por el Ayuntamiento de Guadalajara. El nombre oficial de ese sitio es Dirección Municipal de Recursos Humanos y es, desde enero de este año, el territorio por excelencia a donde van a parar los empleados indeseados de esa institución.
El Limbo desde su fundación, ha tenido dos etapas, por lo menos así lo recuerda Concho, uno de los habitantes de mayor antigüedad.
“La primera, cuando cayeron aquí varios asesores de regidores priistas, gente de Rodolfo Ocampo…, ah bueno, garcistas –sobre todo ellos pagaron muy caro no haber renunciado a tiempo- y evidentemente, emilistas. Pero aquí de todos modos cobras igual que si estuvieras trabajando.
“La cuestión es que este lugar se creó para, una, albergar a todos los trabajadores que no quisieron presentar su renuncia, y en segunda, para hacerles la vida cansada hasta que solitos se decidieran a ´separarse voluntariamente´ del cargo que desempeñaban”.
Concho, entre divertido y festivo relata que quienes llegaron al principio -80 personas en total- pasaron por tres estados de ánimo: “en principio, sacados de onda, preguntándose muchas cosas; después, entraban como que en la reivindicación ´es que soy muy importante para madrear a alguien muy importante´ y como que eso los descansaba mentalmente.
“Por último, al ver que nadie le echaba la mano, ni siquiera su padrinos políticos, lo que seguía era la depre, ´ ¿qué pendejada hice?´, se preguntaban algunos y ahí muchos tronaron”.
Luego –continúa- siguió otra etapa en donde El Limbo recibió a 40 más, todos invariablemente con una acta administrativa en la mano y se hicieron dos niveles: la de los “banqueados”, es decir los que ni siquiera se pueden parar de la banca, porque les levantan otra acta administrativa y los de “libre movilidad” que hasta en la azotea podemos estar.
“Allá en las alturas comenzamos a vivir esta vida, primero con hastío, aburrimiento, pero como que después agarramos la onda, habilitamos la azotea con mantas y todo, entonces empezamos a hacer convivencias, con ceviche, carne asada, refrescos, a leer, a jugar ajedrez.
“Bueno había unos que les valía madre, se venían de plano en short y sombrero, picniqueros ¿no?, y eso nos daba mayor ánimo para pasar las ocho horas que componen una jornada laboral. Matar el tiempo y cobrar, la neta”.
Cuenta que ahí la lucha de la sobrevivencia laboral se debate entre repeler las estrategias de “Los tres chiflados” como conocen al director de Recurso Humanos, Carlos Santoscoy, y sus ayudantes, José Luis Patiño y Miguel Ángel Galván.
“Estos güeyes, se la pasan inventando cosas para ver en cuál caes. Por ejemplo, te hacen citas en las dependencias para que te entrevisten y seas reubicado, cuando vas resulta que no das el ancho para el puesto, y órale pues.
“Otra de sus preferidas es preguntarte a donde te gustaría irte a trabajar, y ya les dices ¿no?, a mi me gustaría ir a Relaciones Públicas y entonces a los dos, o tres días, Santoscoy te dice ´sale´y te manda a parques y jardines.
“Aquí en El Limbo, ellos juegan a cansarnos, y nosotros, los que ya formamos parte de este mundo, que no dejamos de cobrar –por supuesto-, como dice la canción de Arjona, jugamos a que crean que nos cansan”.