En mi primera entrega de hoy –Alfaro vs Amlo: la “guerra” declarada-, referí que el gobernador Enrique Alfaro Ramírez, luego de la violenta manifestación de ayer, se había lanzado directo a la cabeza de la Cuarta Transformación cuando dijo:
“Le pido al presidente de la República que le diga a su gente y a su partido que ojalá estén midiendo lo que están haciendo, el daño que le están generando al país con esta confrontación, porque son ellos, justamente, los que han generado todo esto que estamos viviendo…”.
La respuesta de Andrés Manuel López Obrador -era de esperarse en la “mañanera”- fue contundente y creo que no se quedará sólo en palabras. A diferencia de otras ocasiones con casos similares, ahora su respuesta fue amplia. Dijo:
“No tenemos interés en pelearnos con ningún gobernador. (…), y no soy hipócrita porque no soy conservador; no tiro la piedra y escondo la mano… No tengo nada que ver con lo que sucedió, lamentablemente, ayer en Jalisco. Si tiene el gobernador pruebas, que las dé a conocer. El que acusa tiene que probarlo para actuar de manera responsable…”.
Y luego expresó una serie de frases que debemos de tener muy presentes aquí en Jalisco para el futuro inmediato, porque sin duda alguna tienen un significado muy particular y llevan un mensaje de fondo que debió de haber registrado muy bien el gobernador Alfaro Ramírez -tan debió registrarlo que en la rueda de prensa de hoy reculó y matizó sus declaraciones de ayer, al decir que “yo solo le digo al presidente de México que él es una gente de bien, que él no está dando estas instrucciones…”-.
Pero López Obrador declaró:
“No tengo nada qué ver con eso, pero que (Alfaro) no se retracte. Ayer dijo que era yo, que me pedía a mi. Me pareció también un exceso. Claro que no tengo nada que ver absolutamente. No debió mencionarme. Debió señalar, si tiene pruebas, a los dirigentes de Morena.
“¿Por qué dice ‘el presidente de la República’? ¿Por qué me pide a mí que intervenga con mi partido? Yo actúo de manera responsable, no soy jefe de partido, jefe de grupo o de pandilla. Soy el representante del Estado mexicano, sé muy bien cuál es mi papel, no voy a descender a un pleito partidista. Debió cuidar sus palabras, porque es autoridad. No tenía por qué señalarme…”.
¿Cómo debemos entender lo anterior? Sin duda ya habrá tiempo para conocer qué quiso decir con eso de “me pareció un exceso”, “no debió mencionarme”, “debió cuidar sus palabras”, “no tenía por qué señalarme…”.
Y contra lo que en ocasiones anteriores negó o eludía responder directamente, ahora lo confesó abiertamente:
“Tengo diferencias con el gobernador de Jalisco, políticas e ideológicas…”.
Ideológicas, indudablemente, no obstante que fueron aliados en las elecciones del 2012, uno como candidato a la presidencia y el otro como candidato a la gubernatura. Pero fue precisamente en estos comicios cuando se se abrieron las diferencias políticas porque presuntamente Alfaro habría dado un giro y conminado a sus seguidores a votar por la panista Josefina Vázquez Mota y no por López Obrador.
Y esto, se asegura, Andrés Manuel no lo olvida y es el origen de su rompimiento.
Así, pues, en los hechos esta “guerra” declarada apenas comienza… y no creo exagerar.
Al tiempo.