Hugo Luna

Otra vez el Congreso de Estado esta en “out side” o fuera de lugar al aprobar un exhorto del gobierno federal, para que promueva una revisión al capitulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN), el proyecto, lo hicieron las fracciones del PRD, PANAL y el PRI. Los señores diputados no tienen la menor idea de lo que están proponiendo, su desconocimiento refleja su bajo perfil en temas como el que nos ocupa.

Señores legisladores: el exigir abrir y renegociar sólo el capítulo agrícola y viendo sólo los requerimientos de nuestro país. Nos apabullarían con muchos otros capítulos que nos costarían muchísimo más de lo que obtendríamos, por ejemplo el sector energético.
En 1993, previo a la implementación del TLCAN, teníamos un déficit de mil 706 millones de dólares con EUA, y ya con tratado pasamos en 2006 a un superávit (que implica generación de empleos para México) de 64 mil 091 millones de dólares. Igualmente historias tenemos en el sector agroalimentario, en donde de un importante déficit hemos pasado a un superávit.

Ahora analicemos cada unos de los productos sensibles de la agenda agroalimentaria:

Maíz: en México cultivamos sobre todo blanco (para la elaboración de tortilla) y muy poco amarillo. Si no se importara maíz amarillo de los Estado Unidos no hubiese crecido la producción de carne de aves, bovinos, porcícola y huevos, cuyo crecimiento ha sido fuerte, generando empleos y mejores alimentos. La producción en 1993 previo al TLCAN fue de 18.1 millones de toneladas de maíz (blanco y amarillo), el arancel era 206 por ciento. En el 2006 la producción superó las 22.1 millones de toneladas con un arancel del 36 por ciento. El verdadero problema, es cómo le vamos a hacer en México para que no nos afecte la cada vez mayor dificultad de importar maíz (cada vez más caro) de los EUA dada la competencia para la elaboración de etanol (ya hemos visto las consecuencias en los aumentos de la tortilla y la carne, imagínense si no pudiésemos importar lo que no producimos aquí, y a costos competitivos).

Fríjol: el problema no es el TLCAN, el consumo ha decrecido derivado de cambios en hábitos alimenticios, los altos costos del gas y el tiempo necesario para cocerlos, etc. En su inmensa mayoría de los productores son muy pequeños, pulverizados, y no han recibido el suficiente apoyo de sus organizaciones (que deberían ser más responsables en ello y no dedicarse tanto a la “grilla” y más competitivas), ni del Estado, para integrarse y diversificar con más rapidez sus cultivos por otros más rentables y con más mercado (reconversión productiva). Independientemente del TLCAN y las reducciones del arancel de importación, prácticamente no se importa fríjol.

Azúcar: pena ajena da, anunciar una hecatombe con la liberación total del comercio entre México-Estado Unidos y Canadá. Se trata de esconder la falta de inversión, e ineficiencias de la cadena productiva (desde el campo hasta la industrialización y comercialización) en perjuicio de los consumidores mexicanos, sobre todo las familias más pobres. En 1993, previo al tratado, México tenía un déficit con EU en azúcar y dulces derivados por 23.2 millones de dólares, y para el 2006 se tuvo un superávit por 453.6 millones de dólares. El problema es la enorme cantidad de subsidios que recibe el sistema producto, y que en varios países de Centro y Sudamérica tienen mucho mejores precios y sin la misma proporción de apoyos. También existe el riesgo de su encarecimiento por el uso de la caña de azúcar para producir etanol en todo el mundo.

Leche en polvo: esta asignatura debe preocuparnos más, ya que por falta de normas adecuadas se importan muchos subproductos que son vendidos a los consumidores como “leche” auténtica; cuando en realidad la industria lo que está vendiendo es subproductos con materias primas que en EU y otros países desechan cuando producen leches más saludables. También nos falta invertir mucho más dinero en la infraestructura de secado de leche para que en las épocas de mayor producción se lleve a leche en polvo, y que en forma productiva y con apoyos comparativos a los de otros países, se compita con la importada. También debe invertirse mucho más en dar valor agregado a la leche, produciendo mucho más yogures, quesos, y lácteos funcionales que son los que cada vez demanda más el consumidor mexicano y se pueden exportar.