Cualquiera pudiera creer que la propuesta verbal -nunca formal ni oficialmente presentada en una iniciativa ante el Cabildo de Guadalajara- del regidor Luis Cisneros Quirarte para agregarle al nombre de Guadalajara el “apellido” “de Alcalde” en honor al enorme benefactor Fray Antonio Alcalde, no es sino una copia fiel de los distractores que desde las “mañaneras” lanza el presidente Andrés Manuel López Obrador para que no sean tema de discusión nacional los verdaderos problemas de fondo que enfrentamos los mexicanos, como la inseguridad pública, por ejemplo.
Pudiéramos creer que Cisneros Quirarte lanzó su propuesta para que los tapatíos y jaliscienses no discutamos sobre el derroche de recursos públicos que el presidente municipal Jesús Pablo Lemus Navarro ha hecho sobre el tramo del Paseo Alcalde con su puente que no se cruza, su tramposo carrusel como réplica del arrendamiento de patrullas y la instalación de una gigantesca “Suavicrema”, en los que se ha gastado 84.5 millones de pesos, y nos distraigamos discutiendo sobre qué apellido debe llevar Guadalajara o dejarlo solamente con su nombre “de pila”.
Y ahí estamos, todos discutiendo. Bueno, hasta el dirigente estatal de Movimiento Ciudadano, Manuel Romo Parra, regañó al regidor Luis Cisneros para que dedique su tiempo a resolver los problemas de la ciudad en lugar de perderlo proponiendo ocurrencias, mientras algunos otros regidores niegan que haya llegado al Cabildo la propuesta de su compañero regidor, a quien también conminó a no andar con ese tipo de propuestas.
Pero que “no panda el cúnico” (dixit “El chapulín colorado”), pues resulta que mientras todos regañan y critican al regidor Luis Cisneros y hasta se organizan mesas de discusión sobre si Guadalajara debe ser rebautizada o no como “Guadalajara de Alcalde”, más de un diputado local -o quizás muy pocos, por la ignorancia de unos muchos- debe de haber esbozado una sonrisa o hasta una carcajada, porque no es al Cabildo de Guadalajara al que le corresponde aprobar o no el cambio de nombre de la capital del Estado, pues la Constitución le otorga esa facultad SOBERANA precisamente al Congreso del Estado.
Basta leer el Capítulo III De las Facultades del Congreso del Estado, artículo 36, que establece que son facultades soberanas del Congreso: “III. Fijar la división territorial, política y administrativa del Estado, así como la denominación de los municipios y localidades que lo compongan…”.
Así de claro establece la Constitución como facultad SOBERANA del Congreso, “fijar (…) la denominación de los municipios…”, o sea su nombre, tal y como sucedió en 1997 cuando el Congreso del Estado aprobó devolverle al municipio de Ciudad Guzmán su nombre original de Zapotlán el Grande, como lo denominaron en 1788 Fray Bernardino de Lepe y don Eugenio Bravo, para diferenciarlo de otros pueblos que también se llamaban Zapotlán.
No sé si algún diputado representante de alguno de los distritos electorales de Guadalajara se quiera aventar ese “trompo a la uña” y proponer ante el pleno se le incluya a Guadalajara el apellido “De Alcalde”, como dicen que lo propuso inicialmente el entonces cronista de la ciudad, Juan López, y posteriormente lo retomo el actual secretario general de Gobierno, Enrique Ibarra Pedroza, anterior mentor del regidor Luis Cisneros, quien decidió plantear nuevamente esta idea, con una reacción social inusitada en contra.
Así, pues, mientras la propuesta de rebautizar a la capital del Estado como “Guadalajara de Alcalde” o “Guadalajara de Día”, no se proponga formal y oficialmente ante el pleno del Congreso del Estado, hacerlo fuera de él será, como lo es ahora, una simple ocurrencia de buena fe de quien lo propone.
Y si no, al tiempo…