Quizás no nos hemos dado cuenta que la política es la tierra fértil para encontrar a los mejores guionista de obras que quizás nunca veremos montadas en un teatro -que deberían de ser la representación de una tragedia-, pero que dan para entretenernos por algunos días en la discusión de sus ocurrencias.

Henos aquí discutiendo y polemizando la propuesta que el regidor de Movimiento Ciudadano, Luis Cisneros Quirarte, “cachó” de oídas, hace algunos años, directamente del hoy secretario general de Gobierno, Enrique Ibarra Pedroza, de ponerle “apellido” al nombre de la capital y denominarla “Guadalajara de Alcalde”, en honor a Fray Antonio Alcalde, destacado benefactor de la ciudad.

Ya no les cuento cómo le ha ido al regidor tapatío en las redes sociales con su propuesta. ¡Casi se lo acaban! Pero nadie puede negar su arrojo y valentía para retomar esta propuesta que mayoritaria y contundentemente ha sido rechazada no sólo por los tapatíos sino por los jaliscienses en general, quienes exigen que nuestros gobernantes hagan a un lado sus ocurrencias y se pongan a trabajar para resolver los verdaderos y graves problemas que tiene la ciudad, una ciudad que hoy está sucia como no había sucedido en muchas administraciones atrás, con obras de “relumbrón” con las que más que atender necesidades ciudadanas, se buscan simpatías y votos para el alcalde Jesús Pablo Lemus Navarro que quiere ser candidato a gobernador por su partido… o por el que sea, según dicen que ha dicho él mismo.

Claro, no han faltado en esas redes sociales las contrapropuestas de ponerle otros apellidos que los proponentes consideran más justas o adecuadas.

Pero en lo particular, creo que Guadalajara debe de seguir llamándose Guadalajara a secas, sin apellido alguno, para no correr el riesgo de que décadas o siglos después, algún otro regidor o gobernante desquehacerado se le ocurra proponer que se denomine “Guadalajara del Toro”, en honor al destacado cineasta Guillermo, ganador de tres Oscar, el más reciente por “Pinocho” (sin alusión a ningún político); “Guadalajara de Pérez”, en honor a Sergio “Checo” Pérez” -no a su padre Antonio, el diputado de Morena y atrevido aspirante a la presidencia de la República-, quien le ha costado “un ojo” a las arcas estatales (25 millones de pesos sólo por llevar en su casco la palabra “Jalisco”); ‘ “Guadalajara de Álvarez”, en memoria del popular boxeador “Canelo”, no por su hermano alcalde de Zapotlanejo ni por su antecesor Héctor; o “Guadalajara de ‘Chente’ Fernández”, por el fallecido cantante al que le hicieron su estatua en la Plaza de los Mariachis, aunque no se parezca a él, y le pusieron su nombre a una calle en Huentitán.

O que lleguen al colmo de la locura y propongan llamarle “Guadalajara de Lemus”, en honor de quien creyó que la ciudad sólo era de la glorieta de La Normal a la esquincalle Libertad, donde se ubica la sede de la Secretaría de Seguridad Pública, y en cuyo tramo se ha gastado 84.5 millones de pesos “enchulando” la vieja avenida Alcalde hoy denominado Paseo, y en el que destaca un puente que no se cruza y por el que se pagaron 14 millones de pesos; un carrusel francés que no es de Francia y que está más vacío que un Tío Vivo de pueblo, por el que se despilfarraron 26 millones de pesos; una cabezota gigante utilizada como maceta que costó 4.5 millones de pesos; y la réplica de una “Suavicrema” o “galleta de nieve”, como la llamábamos en nuestra niñez, autoría de Gamesa y/o Marinela, pero que la “venden” -y los incautos la compran- como obra del arquitecto Luis Barragán, fallecido hace 35 años (por lo que un muerto no puede seguir esculpiendo), y por el que pagaron 40 millones de pesos.

Por eso, si queremos evitar que todo lo anterior suceda, y si se trata de proponer ocurrencias porque no tenemos otra cosa que hacer, toda vez que en la Guadalajara “naranja” reina la “Alegría” y el ¡Ánimo!” ciudadano, es que propongo que le pidamos a nuestros diputados -de quienes no dudamos que acepten nuestra propuesta, aunque varios de ellos no sepan de qué les estamos hablando por su juventud-, que bauticemos a la capital con el nombre de… ¡”Guadalajara de Día”! en honor a tanta felicidad que dio a miles de hombres de aquellos años idos, varios de ellos prominentes políticos del país y funcionarios de alto rango del gobierno federal.

Qué bonito sería escuchar en las escuelas preguntar a la maestra: -¿Capital de Jalisco? Y que al unísono el alumnado respondiera a gritos: -¡Guadalajara de Día!

Los más orgullosos serían los bisabuelos o abuelos de esos chamacos.

Y si no, al tiempo…