Por Hugo Luna
Guadalajara será la capital mundial de las telecomunicaciones del 4 al 22 de octubre próximo, con la realización en esta ciudad de la Conferencia de Plenipotenciarios de la Unión Internacional de Comunicaciones (UIT), que es la instancia más importante de la Organización de Naciones Unidas en materia de comunicaciones y tecnologías de la información.
Para comprender este sector tan exitoso de la economía mexicana, también vale la pena comentar su excesiva regulación y persecución de la secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Los escollos para su desarrollo es el “pan nuestro de cada día”.
Las telecomunicaciones representan esas historias escasas de éxito que no comprendemos al momento.
Su crecimiento durante el primer semestre del año alcanzó 12.3%, mientras que el Producto Interno Bruto saltó durante el primer semestre, tras la recesión del año pasado, 5.9 por ciento.
Con todo y  trabas, tiene rubros como el de la televisión satelital que casi duplica su tamaño, con una tasa de crecimiento de 97.4 por ciento.
El número de teléfonos celulares en México está cercano a los 87 millones de líneas, con una tasa de crecimiento de casi 15 por ciento. Con todo y registro de números obligatorio.
El ascenso triunfal del sector de las telecomunicaciones se debe en la tecnología, en la digitalización y en el abaratamiento de los equipos de transmisión y recepción.
Por ejemplo, los teléfonos celulares poco a poco desaparecen, para dar paso a los teléfonos inteligentes que integran servicios en un aparato económico, de bajo consumo energético y de tamaño compacto.
En este país no se tolera el éxito ajeno, porque despierta envidias y los responsables de tomar las decisiones fiscales son seducidos a tal tentación.
El año pasado, actuaron en complicidad el Congreso y la secretaría de Hacienda les aplicó el un impuesto del 3% de Impuesto Especial a las Telecomunicaciones que vio en el sector la gallina delos huevos de oro.
Otro acérrimo rival de las telecomunicaciones son los reguladores. Entretenidos en las grillas de la organización interna y  las trabas regulatorias son muy importantes.
Pero está el otro gran enemigo de las telecomunicaciones, que son sus propios participantes. Son la constante que los cableros bloqueen a las telefónicas. Que las telefónicas quieran frenar a las televisoras. Que los amparos sean más socorridos que los Megabytes.
No les importa entrar en una guerra de números para señalar que la telefonía en México sólo es más barata que en los países bajos y todo por la amenaza que ven en la competencia para su negocio.
El fantasma del monopolio sigue pesando sobre Telmex, más como lugar común que como razón. En un negocio, como el de las líneas de telefonía fija que además es de los pocos con números rojos en las telecomunicaciones.
En la televisión de paga, la opción parecía tener un servicio de más de 500 pesos, hasta que la competencia demostró que con menos de 200 se obtiene buena calidad de televisión satelital.
En Internet, el líder vende como banda ancha un servicio muy “jodido”, cuando compañías pequeñas pueden entregar auténticos 5Mb de velocidad al mismo precio.
Bendita competencia ayuda a los consumidores. Y mientras más piedras se le quiten del camino más beneficios para los que vivimos de la tecnología.