Más allá de lo que propios y extraños han dicho en torno a la figura del ex gobernador Jorge Aristóteles Sandoval y su paso por la administración pública -regidor, diputado, alcalde y gobernador-, su artero asesinato debe de llevarnos a la reflexión sobre la realidad que viven Jalisco y los jaliscienses ante la inseguridad pública que azota al estado.
El que un ex gobernador -con apenas dos años de haber dejado el cargo-, que contaba con elementos de seguridad, sea asesinado sin problema alguno en un territorio -Puerto Vallarta- en el que se han cometido otros crímenes de igual envergadura, en donde los autores del crimen escapan sin problema alguno, sin que haya detenidos, y en donde se puede alterar la escena del crimen también sin que nadie lo evite, demuestra el Jalisco en el que vivimos hoy.
Nunca se había atentado y mucho menos asesinado a un gobernador en Jalisco… Hoy ya sucedió, hoy ya lo estamos lamentando.
Podrá seguirse derramando infinidad de textos sobre lo que fue y no fue el ex mandatario estatal, pero al mismo tiempo la sociedad jaliscienses seguirá clamando por mayor seguridad pública; por un gabinete de seguridad que dé resultados en los hechos y no sólo en el discurso o en las estadísticas a modo; por corporaciones de seguridad capacitadas y efectivas, que generen confianza y tranquilidad…
Todo eso que hoy no existe… en los hechos.
Este severo “golpe” a la seguridad pública de Jalisco -más allá de la delincuencia común que comete sus fechorías día a día-, debe obligar a las autoridades estatales a modificar el rumbo, a dejar de ver el “retrovisor” político y aceptar que hoy la responsabilidad de dar seguridad a los jaliscienses está en sus manos; que los responsables de cumplir con esa tarea deben de dar resultados positivos; que ya no puede sostenerse esa postura de enfrentamiento contra todo y contra todos.
Ya ha quedado demostrado que mantener esa postura de enfrentamiento con el gobierno federal ha tenido un alto costo para Jalisco, que incluso generó, ante el crimen en Puerto Vallarta, que la voz presidencial se deslindara de cualquier investigación al respecto y remitiera la responsabilidad al gobierno estatal: “Corresponde a las autoridades de Jalisco llevar a cabo las averiguaciones, pero en todo momento estaríamos nosotros dispuesto a ayudar…”.
¿Qué consecuencias traerá el crimen de Aristóteles Sandoval a la actual administración del gobernador Enrique Alfaro Ramírez? El mensaje que el mandatario estatal emitió la noche de ayer no arrojó señal alguna al respecto; fue un mensaje lleno de clichés, de lugares comunes, que deja en el aire la incertidumbre que parece padecer el gobierno mismo, el desconcierto, el no saber qué hacer.
Tampoco las dos ruedas de prensa ofrecidas por el gabinete de Seguridad emitieron o proyectaron certeza de dónde están parados sus integrantes.
Parece increíble, pero lo sucedido la madrugada de ayer en Puerto Vallarta deja marcado en apenas dos años al gobierno de la ya fallida Refundación. A partir de este hecho, las cosas no pueden seguir igual, no deben seguir igual, porque Jalisco no puede seguir viviendo en medio de la zozobra ante el fracaso oficial en la lucha contra la delincuencia y el crimen organizado.
Si la muerte diaria de muchos jaliscienses no sacude a las autoridades estatales y municipales, el asesinato de un ex gobernador, de quien apenas hace 24 meses entregó el cargo, debe ser una lección bien aprendida cuyos resultados en beneficio de la ciudadanía deben de verse lo más pronto posible.
Aún es tiempo de modificar el rumbo…