Por Julio César Hernández

Independientemente de cómo concluya el conflicto universitario, el divorcio Briseño-Zamora dejará a más de un “huérfano” cuyas aspiraciones a un cargo de elección popular en el 2009 estaba proyectado en función de esta alianza.

Si bien al interior del PRI se conocen muy bien los activos del ex alcalde de Zapopan, al exterior su imagen sigue siendo, en términos generales, buena, y seguramente que aun sumaría algunos apoyos ciudadanos a su favor. Pero la apuesta de quienes habían construido un proyecto político para el próximo año estaba en que una de los principales pilares que lo sostendrían sería el de la UdeG.

Pero como en la canción de Emmanuel, todo se derrumbó aquel viernes 29 de agosto. Aquellos priistas que afinaban sus instrumentos para ejecutarlos en la contienda interna por un cargo público en la próxima elección, atestiguaron atónitos cómo sus posibilidades fincadas en la alianza Briseño-Zamora también se derrumbaban.

Y si alguna esperanza les quedaba de salir a flote luego de hacer un recuento de los daños, ninguna duda les quedó que su proyecto quedaba truncado cuando Zamora Jiménez hizo público su deslinde de Briseño Torres.

Hoy, algunos de esos “huérfanos” quedan supeditados al trabajo político que traigan atrás, a una biografía que pueda ser vendible a la dirigencia del partido y a la voluntad de éste para postularlos a una candidatura o incluirlos en alguna planilla municipal, pues hoy no hay grupo político que los respalde.

Ni habrá, dijo el otro