Por Hugo Luna

Hace algunos días un amigo, se dispuso a contratar a un número importante de trabajadores de la construcción para edificar un conjunto habitacional.

Diligentemente los trabajadores iniciaron labores propia de la obra, transcurrieron los días y se fueron registrando ausencias de albañiles, trabajos inconclusos y mal hechos. Se dialogo con el personal se le exhortó a redoblar esfuerzos para terminar en tiempo y forma la referida construcción.

Prometieron “los bueyes y la carreta” su entrega para el día pactado en el contrato, lo que no ocurrió. Empezó la tortura.

Hicieron acta de presencia los delegados sindicales de la CROC y de la FROC para imponer recursos amañados para que se les restituyeran los derechos a sus agremiados. Ahí no paro el asunto, porque ambas centrales obreras están enfrascadas en dimes y diretes y parece ser que ya llegaron al terreno de las balas.

Lo único que faltaba.

Hoy no hay medidas ni consenso sobre ellas.

Ya entendí: ni el Güero Barba, ni Toño Alvarez, ni el nuevo portal tuempresa.gob.mx solucionarán que somos brutos. Porque, ¿qué se requiere para que nos sacudamos la estupidez y para que reaccionemos frente a la peor crisis de nuestra generación?

Se dirá que la capacitación es crítica, y lo es; pero más allá de los problemas de educación perennes, lo que urge en las empresas y sindicatos es simple: buen servicio y capacidad de ejecución. Diagnósticos de que somos poco competitivos hay suficientes, pero gente que ejecuten bien, no.

Podrá “Juan Pueblo” abrir a partir de ahora una nueva empresa en dos horas. Pero, ¿para qué?; ¿para que un servicio tan sencillo como servicios de construcción siga siendo una tortura? ¿Para qué queremos inundar el estado de nuevas empresas si las empresas de lácteos que ya existen prometen y no cumplen, o si el proveedor de leche se equivoca repetidamente con las disposiciones?

Va siendo hora de que alguien detone una revolución cultural que cimbre la estructura de falta de compromiso en las empresas existentes y los mismos sindicatos. Hay mucho mediocre. ¿Quién lo hará?