Por Julio César Hernández

El próximo miércoles uno de octubre se dará el banderazo de arranque del proceso electoral federal con miras a los comicios del 2009. Y cuatro meses después se hará lo propio para la contienda local.

Pese a los escándalos que han invadido el escenario político-social de Jalisco, prácticamente durante lo que va de la actual administración de Emilio González Márquez, y a los que actualmente acaparan la atención, como el conflicto universitario y ahora la detención del ex alcalde de Tonalá, Jorge Vizcarra, el calendario político-electoral sigue su curso.

No son pocos los políticos que comienzan a reforzar sus futuros proyectos para estar en la lista de precandidatos. Otros comienzan a tejer sus alianzas o pintan bardas para promocionarse, y algunos más “se dejan querer” para ver si son tomados en cuenta y las versiones que deambulan por los corrillos se hacen realidad.

Muchos de estos aspirantes deben de darse cuenta que las cosas no son como antes, que la ciudadanía no es la misma ni siquiera que en el 2006, y una de las cosas que los aspirantes tendrán que afinar con mucho cuidado y de fondo, será el discurso. La gente ya no “compra” cualquier discurso.

Es aquí en este punto donde quisiera resaltar las palabras de la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, candidata a vicepresidente de los Estados Unidos por el partido Republicano, que tienen vigencia más allá del vecino país del norte y que bien podría haber dicho aquí en Jalisco, donde seguramente que los nombres de muchos de nuestros políticos se nos vienen a la mente.

Sara Palin dijo: “En política, están aquellos que usan el cambio para promover sus carreras, y quienes, como John McCain, usan sus carreras para promover el cambio”.

Si le quitamos el “como John McCain” que dijo la gobernadora Palin, el resto de la frase podemos acomodársela a muchos de nuestros políticos, eternos aspirantes a seguir en la palestra pública a como dé lugar, aun y cuando siempre actuaron con todos los vicios de un sistema político como el mexicano.

Sólo que de repente se sienten iluminados y es entonces cuando ofertan el “cambio” como la llave que los llevará a alcanzar nuevos escaños en su carrera política, pero terminan recurriendo al gatopardismo: cambiar para que todo siga igual.