Por Hugo Luna

Todos los alcaldes de la zona conurbada han declarado hasta el cansancio que tienen la obligación de rendirle cuentas a los contribuyentes por cada peso que gastan.

Más allá del tono áspero de sus comentarios, el hecho es que la famosa rendición de cuentas no funciona, pues no basta con sólo entregar informes financieros o una larga lista de estadísticas.

La rendición de cuentas exige que antes haya una revisión rigurosa del manejo que hacen los funcionarios de los recursos de los contribuyentes.

Esa revisión, es facultad del Congreso local, precisamente los legisladores cuyo brazo revisor es la Auditoría Superior de la entidad.

Pero ocurre que, por ejemplo, los detalles de las cuentas públicas de 2009 serán revisadas hasta el próximo semestre, si bien nos va. Entonces la Auditoría Superior estatal contará con unos meses de más para hacer las auditorías correspondientes.

Y, si todo marcha, rendirá sus informes por allá a mediados de 2011. Y el Congreso se lleva meses en analizarlos. Para entonces ya estaremos en pleno proceso electoral.

Ese ritmo de las revisiones tiene que corregirse, eso quisiera el auditor superior, pero, la verdad, no se ve particularmente angustiados a la próxima legislatura.

Total, los dineros ni siquiera son suyos.