Jaime Ramírez Yánez

Con la detención de Alfredo Araujo Ávila, mejor conocido como el Popeye, el mensaje que manda la Procuraduría General de la República es que, a casi 15 años del homicidio del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, ocurrido el 24 de mayo de 1993, la dependencia va a mantener vigente la tesis de la confusión con lo que, prácticamente el caso no se va a resolver.

El hoy aprehendido, según las primeras investigaciones del caso llevadas a cabo por el procurador general de la República, Jorge Carpizo McGregor, habría sido el brazo derecho Jorge Humberto Rodríguez Bañuelos, la Rana, y el pagador de los sicarios trasladados del barrio Logan de San Diego a Guadalajara, y por 5,000 dólares a cada uno, ejecutar a Joaquín el Chapo Guzmán Loera.

Asimismo, en esas mismas pesquisas está asentado que el Popeye también habría sido el encargado de comunicarles, mas bien aclararles, a los pistoleros a sueldo que todos trabajaban para los Arellano Félix y que el objetivo llegaría en un automóvil blanco, Grand Marquis.

Dentro de toda está confusión, lo que en realidad resulto más confuso fue entender la mecánica de este crimen y su móvil real, el mismo que ni la PGR ni el grupo interinstitucional –Guzmán Pérez Peláez, Sandoval Iñiguez y demás- han sabido precisar a lo largo de todos éstos años.

Ahora las partes actoras dicen que en el menor de los casos, el Popeye podría aportar datos interesantes que condujeran, si no a resolver el asunto de fondo, a más o menos comprender que sucedió aquella tarde del 24 de mayo de 1993 en el aeropuerto de Guadalajara, en donde fallecieron otras seis personas más.

Aún queda –y afortunadamente vivo- unos de los principales protagonistas de esta lamentable historia, la Rana, quien se encuentra procesado en el Juzgado Décimo de los penal, precisamente por sus responsabilidad directa –directísima, como dijera Mario Rivas Souza- en el homicidio del prelado.

Sin embargo el se ha reservado en todo momento su derecho a declarar. Una fuente cercana al juzgado donde se sigue la causa penal del crimen de Posadas Ocampo, reveló hace algún tiempo que la Rana ni siquiera en corto quiere hablar del asunto, pero tampoco demuestra algún temor por todo lo que sabe.

Antes de analizar cual podría ser la fuente de seguridad de Humberto Rodríguez Bañuelos, primero se tendrían que abordar algunos aspectos de su biografía.

El se desempeñó como comandante de la Policía Judicial del Estado (PJE) de Sinaloa en los década de los ochenta. En1988, el 22 de febrero, ocurrió en el puerto sinaloense el homicidio de un periodista, Manuel Burgueño, quien unos días antes de su ejecución había delatado en el Sol de Mazatlán algunos actos de corrupción por parte de elementos policiales de la entidad.

Como responsable de este homicidio el procurador general de Justicia en la entidad, Manuel Lazcano Ochoa, señaló a un hermano de la Rana, Rigoberto Rodríguez Bañuelos quien a su vez fue ejecutado una día antes de ir a declarar ante el Ministerio Público.

A partir de ese momento la Rana desapareció del escena pública, pero meses después, hacia 1989, se supo que el ex comandande judicial trabajaba en la filas de inteligencia militar de la novena zona militar con sede en Culiacán, al mando del entonces general José de Jesús Gutiérrez Rebollo.

Incluso, se conoce que gracias a la información que le dio la Rana al general, éste pudo realizar un operativo en la capital sinaloense en donde detuvo, entre otros altos funcionarios, al mismo director de la PJE, Robespierre Márquez.

De esta forma pasaron varios años, hasta que en 1993 reapareció Rodríguez Bañuelos, pero ahora como jefe de sicarios de los Arellano Félix y encargado del comando para asesinar supuestamente al Chapo Guzmán.

Todo tendría que cuadrar, pero hay algunas cuestiones que apuntan hacia otro lado, hacia Amado Carrillo Fuentes -por cierto, una línea que jamás fue investigada- y es el hecho que para esa fecha altos mandos militares, entre ellos el Gutiérrez Rebollo, y de las áreas de seguridad pública federal ya estaban en la nómina del también llamado Señor de los Cielos.

Entonces, ¿si la Rana trabajaba para el general, cómo era posible que estuviera con los Arellano?, le respuesta es que probablemente nunca estuvo con los Arellano, o mas bien que siempre sirvió al general. La tesis de la confusión tan defendida aún por la PGR, precisamente nace de las primeras investigaciones del homicidio, entre el día 24 y 29 de mayo, las cuales, por órdenes presidenciales, estuvieron coordinadas en su totalidad por José de Jesús Gutiérrez Rebollo. La conclusión es: ¿qué puede saber el Popeye que no sepa la Rana?, nada y de ahí su seguridad. Hay que recordar que el general también está vivo.