Por Gilberto Pérez Castillo
La renuncia forzada de Eduardo Orendáin Giovanini como Presidente del Consejo Económico y Social de Jalisco (Cesjal) hizo que la opinión pública pusieron los ojos en un organismo que ha resultado absolutamente inútil.
El que sea el Cesjal no tenga ninguna utilidad no tendría ningún problema si no fuera porque nos cuesta a todos los jaliscienses, pues se sostiene con presupuesto público.
Lo que fue una terquedad del sector empresarial se acabó concretando en la administración de Francisco Ramírez Acuña, sin embargo nunca quedó claro qué papel viene a cumplir este Consejo ni cuál hueco viene a llenar.
Durante la Presidencia de Eduardo Orendáin el Cesjal no produjo nada útil ni interesante para Jalisco, y no todo es culpa del empresario tequilero, sino que dicha responsabilidad la comparten los Consejeros y el personal pagado del organismo.
La revisión del Cesjal y de sus atribuciones sólo nos llevan a la conclusión de que su existencia es innecesaria y que el dinero que actualmente se destina a sostenerlo debería utilizarse en algo más productivo.
El relevo de Eduardo Orendáin sólo vendrá a refrendar que el Cesjal no era improductivo e inútil únicamente por la mala gestión del ahora ex Presidente, sino porque su diseño de origen lo creó así.