Gilberto Pérez Castillo
Las horas pasan desde que terminó la Megamarcha de la Universidad de Guadalajara y el silencio del gobernador Emilio González Márquez y su equipo se prolongó.
Durante todo el jueves ni el gobernador dio la cara para declarar en contra de Raúl Padilla, ni mandó cheques a la Rectoría con alguno de sus funcionarios, ni mantuvo sus spots con tonos beligerantes, ni continuó haciendo alarde de los debates ganados por el secretario Alonso Ulloa Vélez.
Dos hechos fueron los determinantes para romper la estrategia del grupo del gobernador y para obligarlos a bajarle el tono en contra de los universitarios.
Primero, el éxito del grupo político universitario para realizar la megamarcha y para sumar importantes aliados a su causa, mientras el gobernador se quedaba definitivamente solo.
Segundo, la inesperada y accidentada visita que a altas horas de la noche del martes -tequilas de por medio- le hizo el gobernador Emilio González a Raúl Padilla López en su domicilio particular. Sí, en la misma casa a la que días antes el mismo Emilio había mandado a supuestos estudiantes y policías a manifestarse en contra del exrector.
Este último hecho desarmó al propio gobernador y a su grupo, quienes vieron en ese desliz el error más grande de los cometidos en su pleito con Raúl Padilla y su grupo.
Por eso la tarde del miércoles y todo este jueves Emilio y su grupo se guardaron dentro de Casa Jalisco para replantear su estrategia.
Y el silencio continua.