Alberto Cárdenas Jiménez había venido navegando sin complicaciones dentro del PAN en Jalisco, hasta que se montó a la aventura -con Francisco Ramírez y Emilio González- de tratar de controlar al panismo jalisciense desde la cúpula.

Luego de ser el primer gobernador panista en Jalisco, Bebeto Cárdenas renunció a construir un grupo o una corriente al interior del PAN en el estado. Por eso nunca se le veía participando en las elecciones internas de dirigentes.
Sabiendo que es poseedor de un carisma que le ha permitido ser el panista mejor votado del estado, Cárdenas Jiménez contaba con un capital político propio que le hubiera permitido buscar, con altas probabilidades de éxito, la candidatura a la alcaldía de Guadalajara para el 2012, u otra candidatura o posición.
Pero Bebeto entró al juego con los otros dos gobernadores y también asumió una autoridad moral, que en política es muy difícil sostener, sobre todo cuando uno la emprende con señalamiento contra otros.
Tratado en el pasado con algodones dentro del PAN, esa realidad cambió desde el momento que Cárdenas Jiménez se puso a hablar de candidatos inmaculados y cuando se sumó a los señalamientos de corrupción dirigidos a varios panistas reconocidos.
Pronto surgieron los recuerdos de dos temas: la escandalosa compra de costosos seguros dotales, que se hizo en su administración como gobernador, y de los que son beneficiarios él y sus colaboradores de primer nivel; y la coparticipación de su esposa Joann Novoa en las graves irregularidades que se pudieron haber cometido en la pasada legislatura del Congreso del Estado, de la que ella fue parte.
Y por supuesto saldrán más en la medida que la lucha interna se agudice.
El que se ríe se lleva, y el que se lleva se aguanta, dice la frase popular.
Y si Alberto Cárdenas se metió a hacer señalamientos hacia otros tendrá ahora que soportar que también los que se sienten ofendidos se encarguen de recordarles a los ciudadanos que Bebeto, como la gran mayoría de los políticos, no se puede asumir como inmaculado.