Por Hugo Luna

México es un paraíso laboral, así lo dibujan nuestras leyes. La distancia que separa nuestra realidad de las leyes que nos rigen equivale al tamaño del lago de Chapala que nos separa del primer mundo.

Los trabajadores tienen derecho a laborar en un lugar seguro donde la salud esté protegida, dicen las leyes. Advierten a los patrones que deben cumplir con las normas de seguridad y salud. Si no cumplen, se les sancionará, sentencian.

Esta advertencia es como el letrero ¡Cuidado con el perro! que pintan afuera de las casas. En todo el país hay 250 inspectores laborales, según el secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón.

No hay capacidad para revisar las condiciones de seguridad e higiene. En Jalisco hay cinco inspectores para revisar las condiciones de 72 mil 300 empresas. Es decir; Hay un inspector por cada 226 mil 200 trabajadores.

Un patrón que pone en riesgo a sus trabajadores tiene más posibilidades de sufrir un percance vial que de ser sancionado. En el primer mundo la carencia de inspectores se compensaría con sindicatos comprometidos y propositivos en proteger a los trabajadores.

En nuestra tierra la incapacidad gubernamental se agrava por la corrupción de los sindicatos. Es frecuente que los trabajadores no sepan cuál es el riesgo de las sustancias con las que trabajan ni estén equipados de forma adecuada para sus actividades.

Los lugares de trabajo ofrecen imágenes que son una oda a la imprudencia de los trabajadores y una constatación del subdesarrollo de muchas empresas e instituciones.

Hay albañiles que en la obra utilizan huaraches en vez de botas industriales; jornaleros agrícolas que trabajan con pesticidas prohibidos en Estados Unidos; limpiadores de aljibes que no tienen mascarillas para protegerse de los gases acumulados y policías sin chalecos antibalas. Mención aparte merece el trabajo de niños en tortillerías, porque esa actividad lleva el liderazgo en amputaciones de dedos, según las autoridades laborales.

Muchas empresas sobreviven o son competitivas escatimando los recursos para la seguridad e higiene de sus empleados. Eso es inhumano. No se trata de poner un inspector en cada empresa, dice el secretario del Trabajo. De acuerdo, pero tampoco es asunto de mirar a otro lado. (Hugo Luna)