Hay una expresión popular entre nosotros cuando hemos dejado pasar alguna oportunidad, dice que “el tiempo perdido, hasta los santos lo lloran”. Los políticos, dados a esa inclinación a posponer todo para a nadie incomodar, constituyen quizás el blanco principal de esta sentencia.
Jalisco, recibe cada seis años una avalancha de buenos propósitos. Los políticos, duchos en el arte de la promesa, se ofertan como falsos Mesías en el momento menos pensado. Por eso, los problemas que enfrentamos se ven agravados por esta conducta mesiánica que nunca habla de los comos.
Si esta conducta es criticable en un político de media tabla hacia abajo. Aquel que esta ávido del aplauso mismo que le haga cosquillas en el ego, en un gobernador es imperdonable. Lo que es entendible en el caso del primero, en el segundo es muestra clara de una irresponsabilidad peligrosa pues el que habla, ni más ni menos, es el jefe del ejecutivo estatal.
En las condiciones actuales de la entidad, los problemas centrales que enfrentamos los más conocidos por todos: competitividad, rezago en todos los ámbitos de la vida pública y conducción política. Exigen definiciones claras del gobierno local que induzcan y enriquezcan el análisis de los mismos.
Tal parece que el sentido de la oportunidad no es algo que se le dé a Emilio González. Uno habría esperado este Día del Maestro, para escuchar sus planteamientos claros de su parte en torno a la reforma educativa y al papel en ésta, del sindicato magisterial.
Los problemas de Jalisco y sus ideas al respecto, deberán esperar para mejor ocasión. Soy un convencido de la falta que nos hace un o una Sarkosy que hable claro de nuestros problemas.