Aunque “de dientes para fuera” Ricardo Monreal Ávila asegura que estará en Morena con “la dignidad como límite” y que él será su candidato a la presidencia de la República en el 2024, la verdad es que cada día se le advierte más lejano del partido que una y otra vez presume que él ayudó a construir con Andrés Manuel López Obrador. Su propio discurso, su narrativa, así lo anuncian, aunque muchas veces pasa desapercibida porque se pone más atención y énfasis a sus llamativas frases con las que demuestra que es un maestro en el uso del lenguaje mediático.

Pero ayer dijo: “Hasta ahora estoy luchando en Morena, no sé qué me depare el futuro. Yo soy hombre de fe, y a pesar de ser de izquierda creo en Dios. Mi límite de mantenerme en Morena es la dignidad -reiteró por enésima vez-. Voy a luchar en Morena; si se cierran las puertas, veremos cómo abrimos las puertas; con inteligencia, con prudencia, pero con mucha fuerza interna y emocional. No tengo plan B hasta este momento. Veo a una oposición dispersa, aislada, débil, sin estrategia; la respeto. Ni ellos (los partidos de oposición) me han buscado ni yo he tocado puertas de ellos… Estoy enfocado en Morena y quiero ganar a la buena, en Morena… No sé si se dé… Tampoco soy iluso y no me autoengaño. Va a ser una lucha dura, pero así lo he decidido…”.

Esta es la realidad que observa Ricardo Monreal, pero su insistencia en que él es mejor que cualquiera de las tres “corcholatas” de López Obrador; su inesperado y jocoso “destape” como el “arma secreta” del presidente de la República; su insistencia en que él es el único que le puede dar continuidad al proyecto transformador de Andrés Manuel; y su ya familiar “yo… yo… yo…yo…”, que suelta en sus conferencias o en las ruedas de prensa o entrevistas “banqueteras” ante las preguntas de los reporteros sobre el tema, parecen más un ejercicio de autoconvencimiento con el que pretende frenar lo que parece ser su destino: dejar Morena. O quizás de “estirar la liga” para sacar el mayor provecho posible como coordinador de la bancada morenista en el Senado y presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara Alta, hasta cuando llegue el momento de decir a los “cuatro vientos” de que su dignidad llegó al límite y que toma nuevos aires políticos.

Esa realidad que vive Monreal dentro de Morena se hizo ampliamente evidente ayer en la conferencia-presentación de libro que hizo invitado por la agrupación política nacional que encabeza Salvador Cosío Gaona, Confío en México, a la que fue acompañado por varios de sus compañeros senadores, pero por ningún morenista jalisciense, salvo su correligionaria Antonio Cárdenas y Jaime Ortiz, de los fundadores del partido en el estado.

La cúpula política morenista jalisciense le hizo “el vacío”, advertida posiblemente de lo que le puede pasar si osa hacer acto de presencia en eventos donde se presente el autodenominado “rebelde con causa”, o quizás temerosos -sí, temerosos como buenos políticos que son-, de que les reprochen que “ya los besó el diablo” y se acaben sus ambiciones, aspiraciones y carrera políticas.

Poco nuevo dijo en esta charla el también ex gobernador de Zacatecas, quien fue muy claro al advertir que los pleitos de un gobernador con el presidente de la República “nunca se ganan (por el mandatario estatal), se pierden, y quien sufre las consecuencias es la población”. Recordó que él le ganó a los ex presidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox su correspondiente elección, pero “nunca me pelee con ellos, llegué a acuerdos…”, refirió. Respondió así a una pregunta, pero en Jalisco su respuesta cayó como “anillo al dedo”.

Su rechazo a ser llamado “corcholata” por ser ofensivo es tema viejo, aunque muchos medios de comunicación lo destacaron como si fuese la primera vez, pero le fue muy aplaudido por la concurrencia. Sin embargo, ahora confesó que “me siento muy digno; sin vanagloriarme, sin falsas modestias, son demagogia, les puedo asegurar que sor el mejor para suceder al presidente de la República. Yo tengo más capacidad para enfrentar los grandes desafíos, pero sobre todo tengo autonomía para decidir…”.

Y agregó: “Es más, les digo con toda honestidad, que al propio presidente y al gobierno, les resultaría favorable que yo fuera el sucesor porque tengo 25 años con él luchando en este movimiento, porque soy fundador de Morena, porque soy un hombre de izquierda, pero no de la izquierda trasnochada; soy más bien socialdemócrata, creo en la economía y en la globalización. Me he preparado, he sido servidor público 42 años, y les digo con toda honestidad: no tengo en mi cuenta nada pendiente con la ley. ¡En 42 años! nadie me ha acusado ni nadie me ha vinculado a ningún delito. No tengo, como dicen coloquialmente, no peyorativamente, cuentas por saldar y no tengo cadáveres en el clóset. Soy un hombre honesto, limpio, autónomo…”.

Ricardo Monreal sabe que pese a todo lo anterior que destacó, eso no le basta para lograr cambiar la decisión presidencial de hacerlo a él candidato de Morena a la presidencia de la República. Y así lo deslizó “entre líneas” cuando confesó:

“También no soy mencionado, y sé que es complicado, porque la narrativa del presidente… ha sido muy hábil y muy inteligente el presidente López Obrador. Él menciona tres corcholatas, y nos ha llevado a eso, a que nada más consideremos a las tres corcholatas (…). A mí eso no me molesta. Si a mí no me menciona, pues él tendrá sus razones, porque les aseguro que si me mencionara igual que a los otros tres, ya me hubiera escapado…”.

Sabedor -como una gran mayoría de mexicanos- de que no será candidato presidencial de Morena, queda preguntarnos si su permanencia en Morena dependerá no sólo del “limite de mi dignidad”, sino de que Marcelo Ebrard sí lo sea. Y pese a ello, todo indica que el Canciller correrá la misma suerte que el “rebelde sin causa”.

Y si no, al tiempo…