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Por Hugo Luna

A 70 años de su fundación, el Partido Acción Nacional le bastaron solamente nueve para llegar a la Presidencia de la República y confirmar que más que estar en el poder y  enfrentar la atención y solución de los problemas nacionales que se han ido agravando como nunca antes,  sigue actuando como si estuviera en la oposición y, de paso, demostrando cuánto trabajo le cuesta gobernar.

Los ideales y propósitos de sus fundadores, encabezados por Manuel Gómez Morín, se han quedando en el camino y no sólo eso, sino que ya el 5 de julio pasado quedó más que claro con la debacle electoral que sufrió y que le hizo perder gubernaturas, diputaciones federales y presidencias municipales que, como en Jalisco, gobernaban desde hace más de 10 años.

Para colmo de males del panismo, su dirigente, César Nava, en el punto 8 del decálogo que anunciara en la reunión del Consejo Nacional de su partido, ya habla de “efectuar las alianzas políticas que representen un claro beneficio para la alternancia democrática”, como si previera lo que podría ocurrir el 2012.

Es frecuente escuchar expresiones como las  que “este PAN no es el que fundó Gómez Morín” y, no, ciertamente, no lo es. Tampoco, el que durante seis décadas contribuyeron a formar y fortalecer hombres de la talla de Efraín González Luna, Adolfo Christlieb Ibarrola, Miguel Estrada Iturbide, Rafael Preciado Hernández, Efraín González Morfín,  Manuel González Hinojosa y José Angel Conchello.

Hombres respetados y respetables, convencidos de la ideología panista, nacionalistas todos que pensaron siempre en el país y antepusieron sus intereses a los personales o de grupo, luchando siempre contra lo que dieron en llamar “el partido en el poder”, como calificaron al Revolucionario Institucional para desplazarlo de la Presidencia de la República, de los gobiernos estatales y del control del Poder Legislativo.

Luis Videgaray Caso Fueron los que abrieron brecha, los que libraron batallas contra una férrea hegemonía priísta y pugnaron, y lograron, sembrar la semilla de lo que, hoy,  sus sucesores, han logrado cosechar, a pesar de desvíos, deslealtades y traiciones que comenzaron a darse al interior y que obligaron a distinguidos panistas, como el ya desaparecido Pablo Emilio Madero, quien había sido candidato presidencial; Jorge Eugenio Ortíz Gallegos y Jesús González Schmal, a renunciar a su larga militancia y crear aquel Foro Doctrinario Democrático en el que se agruparon otros inconformes con el neopanismo; con  el de “Los bárbaros del norte” que lideró Manuel J. Clouthier  que en su momento se convirtió en ídolo de Vicente Fox, al que invitó a que ingresara a Acción Nacional.

Este logró cumplir el viejo anhelo de los fundadores de  Acción Nacional de sacar al PRI de Los Pinos el 1 de diciembre de 2000 por el hartazgo ciudadano de siete décadas de predominio priísta. Y no sólo eso, también de que el blanquiazul empezara a ganar gubernaturas en las urnas y no como la primera que logró en el sexenio salinista con aquella primera concertacesión en Baja California con Ernesto Ruffo Appel o la que siguió en Guanajuato que benefició a Carlos Medina Plascencia después de que Fox fue derrotado por Ramón Aguirre Velázquez y éste fue obligado a no asumir la gubernatura de esa entidad.

Del gobierno foxista nada puede decirse que no se sepa y haya sido del dominio público. Como en los peores tiempos del “priísmo corrupto” que tanto critica el panismo, hubo un verdadero saqueo al país que no obstante el cúmulo de ilícitos registrados y documentados, quedaron en la impunidad y han propiciado que uno y otra sigan yendo de la mano. El pasado inmediato del PAN en el gobierno, ha sido calificado de “sexenio perdido” y en éste se ha empezado a decir lo mismo, apenas a la mitad del que encabeza el presidente Calderón.

No son pocos los militantes de ese septuagenario partido que reconocen que el blanquiazul “no sabe gobernar” y que se sigue mostrando como el opositor que fuera a lo largo de 60 años y que dentro de tres podría volver a serlo.