Pese a las reiteradas súplicas del gobernador Enrique Alfaro Ramírez de abrir un diálogo, durante las horas que estuvo ayer en Jalisco el presidente Andrés Manuel López Obrador nunca envió ni una señal pública de estar dispuesto a acceder a las peticiones de quien fuera su aliado electoral ni de que la relación entre ambos se modificará y las diferencias se disiparán.

Vamos, ni una señal siquiera cuando le dijo que humildemente está dispuesto “a corregir lo que yo he hecho mal”. López Obrador no cedió.

Las peticiones de Alfaro a López Obrador fueron insistentes:

  1. “Vengo a proponerle que nos demos la oportunidad de corregir el rumbo para iniciar una nueva etapa de diálogo y cooperación…”.
  2. “Lo digo de corazón: sólo pedimos ser escuchados…”.
  3. “(Pedimos) voluntad de su parte para escuchar los planteamientos que desde lo local le dan hoy un nuevo sentido y significado a la idea de lo nacional…”.

Pero ni en el discurso presidencial ni en su intervención en la rueda de prensa llegó la señal esperada ni una respuesta clara y directa a las súplicas del gobernador Alfaro. De parte de Andrés Manuel no hubo compromiso alguno de “corregir el rumbo” -¿coincidirá con Alfaro de que el rumbo es equivocado?- ni de “iniciar una nueva etapa de diálogo y cooperación”; ni de corazón se comprometió o prometió escucharlo, ni manifestó voluntad para escuchar “desde lo local”.

Incluso, aunque quizás pasó desapercibido, Enrique Alfaro reconoció que no sólo hay diferencias entre él y el presidente de la Repúbica sino que la relación entre ambos está destruída, de ahí que se haya comprometido a “poner sobre la mesa toda nuestra voluntad para reconstruir la relación entre el gobierno estatal y el gobierno de la República”.

Pero no encontró la respuesta esperada. López Obrador no tocó el tema, no respondió a las peticiones y ni siquiera deslizó la posibilidad de que algún día, a corto o mediano plazo, eso pudiera suceder.

Lo más que dijo, cuando se abordó el tema de revisar el Pacto Fiscal, fue que “lo vamos a analizar…es una demanda legítima de los gobiernos estatales y gobiernos municipales…”. Hasta ahí. Pero tampoco ese comentario es garantía de que el gobierno Federal responderá pronto a la inquietud que en esa materia tienen algunos Mandatarios estatales. No se deja imponer agendas ni tiempos o plazos.

Tampoco puede tomarse como un “guiño” de querer mejorar la relación o de abrir la puerta para que eso suceda, el compromiso de López Obrador a Enrique Alfaro de apoyarlo ante amenazas e intimidaciones de la delincuencia organizada. Ese fue un gesto institucional al que está obligado llevar a cabo.

Pero, además, tampoco creo que todas los elogios que Alfaro le lanzó a Andrés Manuel en la “mañanera” modificarán su postura sostenida desde que asumió la gubernatura para con el gobierno lópezobradorista, como tampoco sabremos si corregirá o corrigió, pasado el tiempo, todo lo que confesó que “yo he hecho mal”, porque simplemente nunca reveló qué es lo que ha hecho mal.

Así, pues, como en anteriores visitas presidenciales, ésta sirvió simplemente para confirmar que los discursos no cambian la realidad y que en la relación entre AMLO y Alfaro todo continuará igual: enfrentados.

Y si no, al tiempo…