Gilberto Pérez Castillo

En preocupante señal se convirtieron las primeras declaraciones dadas al periódico El Informador por David Gómez Álvarez, quien fue designado por el Congreso del Estado como nuevo presidente del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana.
Además de que dicha designación depende de la resolución que las autoridades dicte sobre la sustitución de los consejeros electorales, preocupa que el caso de Gómez Álvarez sea uno más de aquellos en los que el ego supera con mucho los talentos de los funcionarios.
En primer lugar, David Gómez hace alusión a una reunión celebrada en su casa, en la que supuestamente el PRI, en voz de su dirigente estatal, habría comprometido el apoyo de ese partido para su designación como presidente de dicho instituto.
Inmediatamente la dirigencia estatal priista salió a desmentir al funcionario, argumentando que ese partido está en la posición de que la sustitución de los consejeros electorales debe hacerse con los suplentes y no con nuevos designados.
En segundo lugar, Gómez Álvarez no tuvo empacho en revelar el contenido de reuniones privadas y pláticas “en corto” con personajes de la política local. De ser ciertas esas conversaciones, el funcionario electoral será merecedor de desconfianza en el futuro, pues dificilmente habrá muchos que quieran reunirse con él en privado o “en corto”, pues correrán el riesgo de que David Gómez revele dichas pláticas cuando así le convengan y con la versión que le acomode.
En tercer lugar, el nuevo funcionario electoral se dice parte de un grupo que a nivel nacional encabeza José Woldenberg, el ex presidente del IFE.
Por supuesto que sería interesante saber si Woldenberg se considera cabeza de un grupo nacional de académicos y funcionarios electorales y si reconoce a Gómez Álvarez como parte de él.
Finalmente llama la atención los autoelogios que se dirige el propio David Gómez, quien considera que prácticamente todos los actores políticos del estado le reconocen atributos, capacidades y trayectoría.
Reitero, resultan preocupantes estas primeras declaraciones pues hablan de un perfil que ya hemos visto en los órganos electorales: el del arbitro que quiere ser el protagonista del proceso electoral y el del personaje cuyo ego sobrepasa con mucho a sus verdaderas capacidades y habilidades.