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Ayer en la ciudad de México, luego de reunirse con los diputados locales con los que sondeó el tema de mantener al Ejército en las calles con tareas de seguridad pública, le preguntaron a Adán Augusto López Hernández, qué es lo primero que se le viene a la mente cuando se manejan términos como “baños de sangre”, sin titubear respondió de inmediato:

“Pues Guanajuato, Jalisco, Michoacán, que están muy convertidos en paraísos de la incidencia delictiva , y nuestro compromiso es que esto no siga sucediendo y ayudar a los gobiernos de esos estados”.

No tuvimos que esperar mucho tiempo para que el secretario de Gobernación le “cobrara la cuenta” al gobernador que se negó a apoyar al gobierno federal con el voto de sus senadores la iniciativa de mantener a los militares en tareas de seguridad pública hasta el 2028, que todo indica que es Enrique Alfaro Ramírez por ser quien destacó que la intervención de elementos del Ejército en la balacera a la entrada de la plaza Landmarck evitó que se registraran hechos mayores que lamentar, declaración que López Hernández -contó él mismo el viernes anterior en Sinaloa-, aprovechó para pedirle el apoyo de sus senadores, pero la respuesta que recibió fue que “no, yo no voy con ustedes”.

No es cosa menor que nada menos el Secretario de Gobernación, el responsable de la política interna en el país, relacione la fuerte expresión “baños de sangre” con nuestro estado -por supuesto que Guanajuato y Michoacán, como Guerrero y otros estados gobernados incluso por Morena, no se quedan atrás en esta relación-, pues, además, no le falta razón si nos remitimos a lo que ha sucedido a lo largo de la actual administración estatal, lo mismo en el área metropolitana que en la zona Norte, que en Los Altos, que en Puerto Vallarta, que en Jilotlán de los Dolores, que en Mazamitla y demás municipios vecinos de esa zona, por mencionar sólo algunos puntos del estado.

Y luego Adán Augusto recriminó: “Desde luego que hay mucho de responsabilidad de los gobernadores, de los gobiernos estatales y municipales…”, y los conminó a cumplir con lo que deben de hacer por ley, a lo que los obliga la Constitución.

En esa reunión la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, declaró una gran verdad sobre cómo los gobernadores han enfrentado la inseguridad, evadiendo su obligación y responsabilidad, y culpando al gobierno federal. Dijo: “La responsabilidad de fortalecer a los policías municipales y la policía estatal es de los gobernadores (…). Hay gobernadores que dicen: ‘Bueno eso es delincuencia organizada le toca el Gobierno federal, a nosotros no nos toca'”, y agregó: “… finalmente un homicidio es un delito del fuero común. Es responsabilidad de los gobernadores y gobernadoras y de la Jefa de Gobierno, porque obviamente el Gobierno federal tiene una responsabilidad, pero no los puede responsabilizar de la Policía estatal”.

¿Dónde hemos escuchado todo lo anterior?

¿Qué efectos puede tener hacia el exterior que el secretario de Gobernación compare a Jalisco con “baños de sangre”? Sólo pienso en las reiteradas alertas que el gobierno de los Estados Unidos lanza a sus conciudadanos para que no visiten estados como el nuestro, por ejemplo, por los altos índices de inseguridad que viven.

Así, pues, más allá de los “vinos” que el gobernador aludido por Adán Augusto se tomó con Quirino Ordaz, embajador de México en España, país que hace algunos días visitó el gobernador Enrique Alfaro, no debemos minimizar esa expresión del Secretario de Gobernación: Jalisco, igual a “baños de sangre”.

Y lo que viene… al tiempo.