“No son, por supuesto, sus únicos problemas.
“En las últimas semanas, cuando estalló un conflicto dentro de la Secretaría de Seguridad Pública entre el titular Genaro García Luna, y el comisionado de la Policía Federal Preventiva y director de la Agencia Federal de Investigaciones, Ardelio Vargas, el hilo se rompió, como siempre, por lo más delgado. Quien estaba destinado a ser el jefe de la policía nacional presentó su renuncia y el Presidente se la aceptó. Antes de que se hiciera pública la disputa y su conclusión, Ramírez Acuña se movió para que, toda vez que carecía de recursos disuasivos para ejercer la gobernabilidad en los términos como él la concebía, lograra que uno de los suyos, Gerardo Solís, quien había sido su procurador, secretario de Gobierno y gobernador interino cuando él aceptó ir a Gobernación, fuera nombrado en ese puesto. Pero Ramirez Acuña perdió sin que nadie le disparara. Nunca presentó su nombre formalmente a nadie, y en política, las cosas se logran con amarres, no telegrafiando sus intenciones. Solís se tuvo que conformar con la coordinación de asesores del secretario de Gobernación.
“Las cosas no salen, quizás por los estereotipos en la cabeza de Ramírez Acuña. Uno de ellos quedo demostrado cuando el secretario de Seguridad Doméstica de Estados Unidos, Michael Chertoff, realizó una visita a México apenas iniciado este gobierno. Varios funcionarios recuerdan que Ramírez Acuña vio en Chertoff un par de “mano dura”, por lo que cuando días después pronunció un discurso negativo contra México en la frontera, el tapatío jamás pudo entender que iba dirigido a una audiencia estadounidense, lo que puso en riesgo su participación en un encuentro ministerial en Ottawa, donde quería dejar asentada su molestia. Al final, el secretario se ahorró un desaguisado y un bochorno seguro para el gobierno de Calderón.
“Pero son demasiados incidentes para tan poco tiempo de nuevo gobierno. Ramírez Acuña tiene que hacer algo, como tomar lecciones rápidas de cómo hacer política federal que le permitan restituir el diálogo con los actores nacionales, destrabar los nudos que él mismo atoró y recuperar la interlocución. De otra manera, seguirán bailando todos el jarabe tapatío sobre él, por ahora, y se reirán de su candidez e ineficiencia cuando terminen de perderle el respeto”.