A diferencia de sus antecesores, a los que se les evaluaba y analizaba lo que realizaron en el último año previo a la presentación de su respectivo informe de gobierno en turno, creo que a Andrés Manuel López Obrador hay que analizarlo sobre lo que podría venir en su tercer año de gobierno y los otros tres que le restan para concluir su sexenio.

Y es que considero que si hay algo que lo ha distinguido no en el último sino en los dos años que lleva en la presidencia de la República, es su consistencia en la ejecución de sus políticas públicas, de su proyecto para la llamada Cuarta Transformación, sin que nada ni nadie logre hacerlo cambiar de rumbo, no obstante la enorme inconformidad social en gran parte del territorio nacional que, sin embargo, no se refleja en las encuestas.

De acuerdo a las empresas Mitofsky y Democtenia, Andrés Manuel llega a su segundo informe con una aprobación del 57.5%, según la primera, y del 63% de acuerdo a la segunda; mientras que a seis meses del proceso electoral del 2021, su partido Morena registra una ventaja de dos a uno sobre el PAN y el PRI, sus más cercanos perseguidores, en la carrera por la mayoría en la Cámara de Diputados. El 32% votaría por los candidatos morenistas, en tanto el 17% lo haría por los panistas y el 16% por los priistas, de acuerdo a una encuesta levantada por el periódico El Universal.

Y es que estas cifras resaltan pese a la escalofriante realidad de la pandemia en México, que hasta ayer registraba un millón 113 mil 543 casos positivos confirmados -6 mil 472 nuevos casos en las últimas 24 horas- y 105 mil 940 fallecimientos -285 nuevos en las últimas 24 horas-, realidad que llevó al director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, a declarar ayer que “el nivel de casos y muertes en México es muy preocupante”.

Nada ha logrado que López Obrador corrija el rumbo o modifique su proyecto. Ni las multitudinarias marchas de FRENAA, ni una Alianza Federalista integrada por una decena de gobernadores, ni las evidencias publicadas a ocho columnas o en las primeras planas de los principales diarios del país, ni las denuncias de casos de corrupción de sus colaboradores, ni las multitudinarias críticas sumadas en su contra en las redes sociales, ni las protestas de los familiares de los desaparecidos ni de las víctimas de feminicidio…

Nada, nada lo hace cambiar el rumbo… y ni lo hará.

Y lo peor: no hay fuerza política enfrente que sea una opción real de contrapeso al gobierno lópezobradorista y a la que pueda recurrir el ciudadano inconforme con la 4T. Ni el PAN ni el PRI ni el PRD ni MC y mucho menos los nuevos partidos políticos, mayoría de los cuales jugarán el papel de “satélites” de Morena en el 2021. Y tan no la hay, que los tres primeros partidos tristemente echaron a la basura sus principios para ir juntos, en una alianza, a enfrentarse a Morena y compañía.

Por lo tanto, no creo exagerar si apunto que los partidos de oposición son corresponsables de la realidad que vivimos en el país, porque si bien López Obrador ganó con 30 millones de votos ya perdió muchos de ellos, pero lamentablemente aquellos no han sabido estar a la altura de la demanda de esos otros millones de mexicanos que no están conformes con el gobierno de la 4T.

¿Qué estrategia deben aplicar sus adversarios para enfrentar y contrarrestar al lópezobradorismo si las hasta ahora emprendidas no han dado resultados? Difícil encontrarla, sin duda alguna. Pero es ahí donde se debe poner especial atención, porque marchar para exigirle su renuncia, renunciar a la Conago para crear su propia asociación o utilizar un lenguaje beligerante para llamar la atención y jalar los reflectores mediáticos ha sido, hasta ahora infructuoso.

El único camino para estar en posibilidades de frenar al lópezobradorismo y la 4T es que la hoy oposición logre arrebatarle la mayoría legislativa en la Cámara de Diputados, pero siendo realistas se ve muy difícil, pero no imposible. Y es que la división interna en la oposición -claro, Morena no canta mal las rancheras-, es un factor determinante que impide su fortalecimiento y le permite al partido en el gobierno, con recursos y programas de gobierno, salir avante en el proceso electoral.

Así, pues, lo que haya hecho López Obrador en su segundo año de gobierno y del que hoy rendirá su informe, ya es lo de menos, porque lo importante es lo que está dispuesto a hacer en el siguiente y en los otros tres años por venir, y la verdad no será lo mejor para el país y los mexicanos.