La disputa que sostienen los diputados Mario Delgado Carrillo y Porfirio Muñoz Ledo por la dirigencia nacional de Morena no puede tener otro calificativo: Vergonzosa.

Llegar a las acusaciones -ciertas o no- de un grupo de mujeres en contra de Muñoz Ledo de acoso y a la denuncia ante la Fiscalía en contra de Delgado Carrillo por uso de recursos públicos para promoverse, cuando el proceso electoral aún está en proceso -con la aplicación de la tercera y última encuesta- son muestra de lo que son capaces de hacer para responder a los intereses que están detrás de ellos, que no son los de la militancia en general, en la lucha interna ya desatada por el 2024.

Reconocido por ser crítico incluso de la 4T desde la tribuna legislativa, hay quienes lamentan el triste papel que hoy juega Muñoz Ledo como aspirante a la presidencia nacional de Morena y prefieren quedarse con aquella imagen del inteligente y hábil político de antaño que lo llevó a ser considerado uno de los más completos en la historia de la política nacional. Enfrentar ahora públicamente denuncias de acoso a mujeres, es más que lamentable.

Por otro lado, presumir que la aspiración y llegada de Mario Delgado a la dirigencia morenista es para trabajar la candidatura presidencial del canciller Marcelo Ebrard, no es la mejor carta de presentación para quien debe de trabajar en favor del partido político en el gobierno y que debe acompañar a su presidente de la República en el proyecto de gobierno denominado Cuarta Transformación. Vamos, es llegar con la imagen de ser un simple “títere”.

Vergonzoso también es que la militancia de Morena y la ciudadanía en general no estén enfrascados en una discusión sobre quién de los dos aspirantes es el más capaz de llevar a buen puerto al partido que llevó a Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México, sino que la atención esté puesta en sus escándalos y en los nombres y apellidos de quienes están detrás de ellos.

Hoy quizás ya dé lo mismo quién gane la tercera encuesta y se convierta en el nuevo presidente de Morena, porque nunca se reconocerá que lo logró gracias a su capacidad política para convencer a la militancia y simpatizantes de que se pronunciaran a su favor, sino porque la suerte favoreció a uno de ellos como en cualquier volado estudiantil.

En estas condiciones, declarado ya el ganador no esperemos ver a un partido Morena cerrando filas en torno a su nueva dirigencia sino presentándose como una nueva versión, corregida y aumentada, de lo que fue en sus mejores tiempos el Partido de la Revolución Democrática: “de la greña”, peleándose como “perros y gatos”, en medio de una extraña mezcolanza de nuevas “tribus”.