Julio César Hernández

Mientras en el PRI algunos aspirantes a las alcaldías siguen tercos en “meterse zancadillas” en busca de ser favorecidos con la designación cuando las decisiones ya están tomadas y sólo falta oficializarlas, en el PAN los precandidatos están “metidos en el lodo” al cierre de sus precampañas.

Es la versión blanquiazul de Kramer contra Kramer o de la tira cómica Espía contra Espía.

En Guadalajara, el aspirante Fernando Garza Martínez volvió a recurrir a las instancias judiciales –luego del revés que le dio el Tribunal Electoral al rechazar su queja contra el registro de su adversario Jorge Salinas-, e impugnó ante el Registro Nacional de Miembros del PAN las credenciales del mil 400 nuevos militantes que fueron registrados ante el Comité Municipal en Guadalajara, en tanto que 250 miembros adherentes se ampararon ante la negativa de ser aceptados como miembros activos.

En Zapopan, Guillermo Martínez Mora “analiza la posibilidad de interponer una denuncia ante las autoridades correspondientes por el hecho de que funcionarios municipales están presionando a beneficiarios de programas sociales, que son militantes panistas y que viven en zonas marginadas para que no acudan a votar el próximo domingo 8 de marzo, so pena de ser excluidos del apoyo”, reza el comunicado del aspirante.

En Tlaquepaque los panistas no “cantan mal las rancheras” y el aspirante a la candidatura a alcalde, Felipe Reyes, aseguró que ya presentó dos denuncias ante la Fiscalía Especial para Delitos Electorales (Fepade) en contra de su contrincante Yanho Razón Viramontes, luego de que se descubrió a dos vehículos oficiales del Ayuntamiento repartiendo propaganda a favor de quien dice es el “candidato oficial” del alcalde Hernán Cortés.

Todos estos casos de irregularidades o ilícitos dentro del PAN en sus procesos internos, no es otra cosa que el ejemplo de que ya aprendieron a hacer trampa desde el poder o que el poder les da las herramientas para hacer trampa, y que los afectados no están dispuestos a ceder pese al riesgo de dañar a su partido, mientras no sean ellos los tramposos, claro.