Las cúpulas de la clase política están leyendo mal la petición de muchos mexicanos exigiendo la renuncia del Presidente Enrique Peña Nieto.
Es cierto, Peña Nieto no desapareció a los 43 de Ayotzinapa, ni es el responsable de la corrupción del ex alcalde perredista de Iguala, ni del montón de fosas clandestinas que espantan a la comunidades nacional e internacional, ni de los excesos de tantos funcionarios públicos, ni de haber heredado un país que se cae en pedazos.
No, muchos mexicanos piden la renuncia de Peña Nieto porque él encarna a toda una clase política que tiene hartos a los mexicanos de tanta impunidad ante tantos abusos. El asunto es contra toda la clase política, de todos los partidos.
Una economía estancada o en retroceso, una inseguridad que campea por todos los rincones del país, una clase política enferma crónicamente de corrupción en todos sus niveles, la impunidad que beneficia por igual a delincuentes y políticos y la insensibilidad de las elites ante lo que le aqueja a la sociedad, tienen a la mayoría de los mexicanos en un ánimo de desesperanza. El presente y el futuro le pintan grises o negros a las mayorías.
Es de esta condición de donde nace la exigencia de la renuncia de Peña Nieto, y con él de toda una clase política que ha sido responsable, en una gran parte, de lo que les sucede hoy a los mexicanos.
Así sucedió en 1910, la petición de la renuncia del Presidente Porfirio Díaz no significaba que los mexicanos de aquellos días pensaran que el oaxaqueño era el responsable de todos lo muertos, de todos los abusos, de toda la corrupción y enriquecimiento de las elites, ni de toda la desigualdad social. En aquella época, como hoy, el presidente simplemente encarnaba en su persona a toda la clase política que los mexicanos querían echar para afuera.
Por eso tampoco se trata simplemente de resolver el asunto de Ayotzinapa, ni de darle largas a las investigaciones, ni de ponerle cortinas de humo al escándalo de la Casa Blanca de la esposa del presidente, ni de hacer un acuerdo pronto con los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, ni de llevar programas sociales a Guerrero, ni de firmar un pacto contra la legalidad, ni de renunciar a uno o varios funcionarios públicos: el tema es mucho más de fondo. Tan lo es que con el paso del tiempo, lejos de disminuir, la inconformidad y las protestas crecen.
Y por eso la petición de la renuncia de Peña Nieto crece. O por lo menos se mantiene.