En pleno siglo 21, los priistas de Jalisco se aprestan para regresar una antigua práctica dentro de su partido: la de dejar en manos del próximo gobernador Jorge Aristóteles Sandoval Días las principales decisiones que habrán de definir el futuro de su partido.
Desde el momento en un militante del PRI llega a gobernador, el ungido se convierte automáticamente en “el primer priista del estado”, y con ello adquiere el derecho de tomar -de manera irrefutable- las principales decisiones no sólo del gobierno, sino también las del partido.
No obstante ser una de las prácticas que llevaron en su momento al PRI a la debacle, hoy los priistas y sus jefes, reviven intacta esta tradición a todas luces ilógica y equivocada.
En el caso de Aristóteles Sandoval, esa condición de gran decisor se le adjudicó desde que se convirtió en el candidato a gobernador del estado, ante la inexistencia de un gobernador en funciones. Así, el ahora gobernador electo decidió la permanencia de Rafael González Pimienta en la dirigencia estatal y, en su momento, su sustitución por Eduardo Almaguer, así como la designación de Miguel Castro Reynoso como coordinador de los diputados locales del PRI.
Una vez sentado en la silla del gobernador, Aristóteles Sandoval tomará otra serie de decisiones que afectarán para bien o para mal el futuro de los priistas.
Habiendo presidente de la república también del PRI, quien en automático es “el primer priista del país”, Aristóteles tendrá que acordar con el centro las decisiones más importantes que quiera tomar respecto del partido: la sustitución de Eduardo Almaguer por un nuevo dirigente estatal, los dirigentes de los comités de los municipios más importantes del estado, los dirigentes de los sectores campesino, popular, femenil, juvenil, y de las organizaciones adherentes al partido, los sembrados en cada distrito o en cada municipio importante para que eventualmente se conviertan en los candidatos del PRI en las elecciones del 2015 y, llegado el momento, palomear la lista de quienes habrán de ser en definitiva los candidatos.
También, por supuesto será él quien defina cuál será el papel que jugará el partido estos seis años y las estrategias y tácticas electorales que desplegarán en las próximas elecciones.
Las deficiencias de esta tradición son más que evidentes: 1. Dejar en una persona, que además tiene que gobernar, tantas decisiones estratégicas de un partido es de alto riesgo; 2. Siempre será más sano y más eficiente para un partido contar con una vida institucional más amplia en la toma de decisiones, que dejarlo en una sola mano; 3. Quien toma las decisiones ya llegó al poder, por lo que tiende a usar el partido para justificar sus decisiones, y no para buscar el triunfo en las próximas elecciones y; 4. Este esquema desestimula el trabajo, los liderazgos y la creatividad dentro de un partido, tan necesarios para ganar elecciones.
Además, las experiencias en las decisiones que ha tomado Aristóteles Sandoval respecto del PRI no parecen las más afortunadas, como para que los priistas sientan que dejan en buenas manos su futuro.
El caso de Guadalajara es más que evidente. Cuando le tocó decidir sobre quien debería convertirse en el dirigente del PRI en Guadalajara, Aristóteles Sandoval se inclinó por Pablo García, un viejo cuadro priista de muy bajo perfil, pero incondicional a sus decisiones. Los resultados quedaron evidentes el primero de julio pasado cuando Aristóteles fue derrotado en el mismo municipio que gobernaba por Enrique Alfaro Ramírez del partido Movimiento Ciudadano.
Con este antecedente, los priistas de Jalisco debería empezar a preocuparse cuando los rumores señalan que Aristóteles Sandoval ya tomó la decisión de que quien sustituirá a Eduardo Almaguer en la presidencia estatal del PRI será Hugo Contreras Zepeda, otro priista de larga trayectoria pero de un perfil muy por debajo de lo que requerirá el priismo para enfrentar con éxito las elecciones del 2015.