Muchos testimonios en particular podríamos dar quienes conocimos a Juan García de Quevedo Baeza, quienes convivieron permanentemente con él en diversos momentos de su vida y quienes lo hicimos ocasionalmente como resultado de una amistad forjada al paso de los años que se consolidó en charlas de café, entrevistas para el periódico, en una cabina de radio o en un estudio de televisión.
El oficio periodístico me llevó a conocerlo y a establecer una relación más allá del encuentro entrevistador-entrevistado. De él tuve referencias, antes de conocerlo personalmente, como el otrora hombre poderoso durante el gobierno de su tío don Enrique Álvarez del Castillo. Pero mi encuentro con Juan inició durante su llegada como diputado local de la 54 Legislatura, aquella en la que por vez primera en su historia el PRI fue oposición y la fracción minoritaria. Apenas 12 legisladores: tres de mayoría -Félix Flores ganó apenas por una diferencia de ¡dos votos!- y nueve plurinominales, entre ellos García de Quevedo.
A lo largo de los años el encuentro interminente nos permitió intercambiar opiniones y puntos de vista sobre el periodismo y la política. Ambos temas le apasionaban, entre muchos otros, por supuesto, La amistad se reforzó más en aquellos viernes de desayuno entre amigos en el café Illy, donde rara vez faltaba y llegaba aunque fuera cuando ya estábamos en la sobremesa después de los infaltables chilaquiles, huvos o machaca, según el hambre.
De esos encuentros personales podríamos platicar y compartir de los muchos temas que abordamos y de los consejos y orientaciones que me compartía para un mejor ejercicio del periodismo. Era de esos políticos que me externaba su opinión sin pretender querer quedar bien con el periodista o esperar algún texto u opinión pública a cambio. No fue en mi caso. Sus opiniones, sus puntos de vista, sus experiencias y su modo de ver la política y el periodismo los tomé como el gusto que tenía y la satisfacción que le daba el ser escuchado. Y yo, terminaba después de cada charla con nuevos conocimientos.
Pero si Juan dejó un legado en cada uno de quienes lo conocimos y convivimos con él, lo mejor que heredó públicamente como político en Jalisco se encuentra registrado en el Diario de los Debates de aquella 54 Legislatura que integró con hombres que se le adelantaron en decirle adiós a esta vida como don Arnulfo Villaseñor, Félix Flores Gómez, Reyes Rodolfo Flores Zaragoza y Efraín Rivera Castañeda, además de quienes completaron esa minoritaria fracción priista: Gabriel Covarrubias Ibarra, Dolores Guzmán, Mario Aldana Rendón, César Gabriel Alfaro Anguiano, Salvador Vera Luna, Eleazer Ayala Rodríguez y Francisco Julián Íñiguez García.
Y en ese Diario de los Debates están registrados extraordinarios y emotivos debates que Juan García de Quevedo sostuvo con sus adversarios -nunca enemigos- panistas, como el también finado Héctor Pérez Plazola, Eduardo Rosales, Leonardo García Camarena o Raúl Octavio Espinoza Martínez, de quien como secretario general de gobierno se convirtió prácticamente en su sombra.
Ahí está, por ejemplo, registrado cuando Eduardo Rosales recriminó a la bancada priista no respetar el compromiso de no hacer uso de la palabra en el punto de asuntos generales en la sesión del martes 19 de septiembre de 1995. Juan García de Quevedo le respondió así:
“Hay que buscar en los libros si había un acuerdo parlamentario capaz de suprimir la posibilidad de que un diputado hable, exprese lo que piense y lo que sienta. Si lo que ustedes (los panistas) entienden por acuerdo parlamentario implica la supresión de la libertad del diputado, yo en lo personal, como priista, ¡no estoy dispuesto a llegar a ningún acuerdo con una fracción de Acción Nacional por intolerante y por suprimir valores fundamentales importantísimos en la historia del Congreso, en aras de acuerdos verbales parlamentarios…!
“¡Jamás llegaré a aceptar que un acuerdo entre dos personas implique la supresión de la libertad del diputado! Si hay que reglamentar la libertad, ponerle pautas, por ahí empieza el camino del autoritarismo.. ¡La libertad no puede reglamentarse…! ¡La libertad se da o no se da, existe o no existe; no hay más o menos libertad. O hay o no hay…!”. (Columna “Entre Semana”. Ocho Columnas. 20/09/1995).
O recordemos cuando a los reporteros que cubríamos la “fuente” del Congreso del Estado nos declaró el día en que la fracción priista decidió darle “golpe de estado” a Félix Flores Gómez y quitarlo como coordinador de la misma, las razones que los llevaron a tomar esa decisión. Clara y categóricamente dijo:
“Se pensó en la remoción de Félix Flores para tener una diputación más combativa, más radical; que tenga un comportamiento digno como oposición, porque hemos sido una oposición sumamente cómoda para Acción Nacional…”.
Este era Juan García de Quevedo con la oposición y con los suyos. Este es parte del gran legado que como político y parlamentario, concretamente, dejó para la historia política de Jalisco.
Descanse en paz, Juan García de Quevedo Baeza.