Más que criticar y augurar lo que puede suceder con nuestros políticos ahora que el Congreso del Estado aprobó la reelección de los presidentes municipales por un período más y tres para los diputados locales, lo que debemos hacer es respondernos a la pregunta de si estamos o no preparados para la reelección y aceptarlo objetivamente.
Ahora, si así lo deciden los electores, los alcaldes podrán durar en su cargo seis años -un sexenio-, mientras que los legisladores podrían estar formando parte del Congreso del Estado hasta 12 años -dos sexenios-.
Pero quisiera concentrarme en la reelección legislativa, a la que sin duda le encuentro más pros que contras, porque de entrada se abre la posibilidad de que, por fin, se ponga en vigor la carrera legislativa; o sea, que quienes tienen vocación parlamentaria la puedan ejercer plenamente a lo largo de 12 años como resultado de un buen o excelente trabajo que el electorado habría de premiar con su voto por cuatro veces consecutiva, incluyendo la primera elección.
Yo conozco excelentes parlamentarios que ven “truncada” su carrera, aunque sea momentáneamente, porque no obstante haber hecho un buen papel en el Congreso federal o local, sus partidos no los postulan para alternan en San Lázaro o en Hidalgo 222, según sea el caso, y tendrán que esperar tres o seis años para volver a contender por un cargo en el parlamento.
Ahora, con la reelección, las cosas pueden ser diferentes…
Sin embargo, pregunto: ¿Estamos preparados los ciudadanos para la reelección legislativa? Se abre esta interrogante como se abren las posibilidades mediante las cuáles podemos calificar a un legislador para relegirlo o no en el cargo. Y es aquí donde está el meollo del asunto, porque, ¿cuáles serán los criterios para definir quien es o no un buen diputado?
Planteo: ¿Cómo vamos a defnir quién es un buen legislador y merece ser reelecto?:

  • ¿El que asiste a todas las sesiones del pleno y a las de las Comisiones que integra pero pocas o ninguna iniciativa ha presentado?
  • ¿El que sufre de “diarrea legislativa” y se convierte en el diputado que más iniciativas presenta, pese a que muy pocas o ninguna son aprobadas?
  • ¿El que repetidas ocasiones sube a la tribuna y lanza “encendidos” discursos que “apantallan” a los medios de comunicación y logran una amplia difusión a través de ellos?
  • ¿El que asume la posición de opositodo, se rasga las vestiduras haciendo escandalosas declaraciones ante los medios, pero registra un buen número de ausencias en las sesiones del pleno y de las Comisiones que integra?
  • ¿El que critica la corrupción y los abusos de poder, pero defiende a costa de su propia vida las prebendas y los privilegios que tienen como diputados?
  • ¿El que hace escandalosas declaraciones ante los medios de comunicación, se gana la simpatía del ciudadano, pero cuyo trabajo legislativo -presentación de iniciativas- es muy pobre?

Y como estas preguntas podemos hacer muchas más y seguramente no llegaremos a un acuerdo sobre bajo qué estándares podemos decir que un diputado es bueno y merece ser reelecto.
Insisto: hoy hay diputados que tienen una gran cantidad de seguidores que los consideran los mejores en el Congreso, pero cuyo único mérito es aparecer casi a diario en los medios de comunicación con “encendidas” críticas, pero sin respaldo alguno de un trabajo legislativo que se refleje en iniciativas presentadas y aprobadas en beneficio de sus representados.
Es por eso que a mi no me preocupa si con la reelección se generarán cacicazgos o no, pues eso dependerá de nosotros los ciudadanos que daremos o no nuestro voto para que alguien se reelija: No, lo que me preocupa es si seremos capaces de hacer una justa calificación del diputado como para que merezca nustero voto para que se reelija.
Yo, la verdad, creo que no, que los ciudadanos no estamos preparados para la reelección.