Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco.

Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco.


Es cierto que es impopular, pero las autoridades se equivocan al desacreditar aún más los impuestos sobre la tenencia de vehículos automotores.
Ayer a pregunta de reporteros, el gobernador Emilio González Márquez dejó ver la posibilidad de que la tenencia vehicular regresara a Jalisco como propuesta de Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, quien asumirá el cargo de gobernador la próxima semana.
“Me parece que están construyendo una justificación para aumentar los impuestos, tengan cuidado”, dijo ayer el mandatario.
La manera en que se hace mención a este impuesto, hablando de él como si fuera necesariamente malo, provocó que el próximo mandatario respondiera a través de Twitter  desmarcándose de proponer este impuesto. La forma en que se desmarcó parecía que fuera una acción deshonesta de la que lo estuvieran acusando.
“Es falso. No vamos a revivir la tenencia. Apostamos a un manejo eficiente de recursos, austeridad e innovación”, dijo Sandoval Díaz a través de internet.
Impuesto justo
Es cierto que a nadie le gustan los impuestos, de otra forma, no había necesidad de imponerlos, pero un pago por poseer y usar un vehicular es uno de esos impuestos que debe tener una razón para sostenerse.
El automóvil genera contaminación y obliga a las autoridades a destinar dinero del que recauda, para crear obras viales que sólo son aprovechadas por aquellas personas que tienen automóvil.
Hay que recordar que  en Jalisco sólo algunos cuántos, los más poderosos económicamente, tienen automóvil, la mayoría de la población en Jalisco no lo tiene. De esta forma, cuando se usa parte del presupuesto del Ejecutivo en construir un puente, un paso a desnivel, una glorieta, el beneficiario es ese ciudadano que tiene poder adquisitivo, no el más pobre.
Lo más injusto es que el dinero para estas obras se toma de una bolsa común del que lo mismo se tendría que usar para educación, salud, agua potable y otros rubros similares, pero lo más grave, es que ese dinero que beneficia al poseedor del auto, no se destina a transporte público masivo, que no sólo beneficiaría a unos cuántos, sino a toda la población.
Las tendencias en el mundo desarrollado apuestan a castigar el uso del automóvil porque éste es dañino, por tanto un impuesto a vehículos nuevos, a emplacamiento o a la tenencia vehicular, sería una forma justa de tratar a quienes poseen autos y a quien no, por el daño que le causa a los más pobres.
Por lo pronto, parece difícil que en el próximo sexenio se imponga un cobro sobre la posesión de los autos, pues el temor de las críticas de aquellos que poseen autos, genera temor en las autoridades y rechazarlos es altamente rentable para procesos electorales.
Adicionalmente, aquellos que tiene la decisión, los diputados, son comodines y lejos de ver por el bienestar de la sociedad, son capaces de retirar gradualmente los impuestos de todo tipo si a cambio de ello, pueden generar un poco de simpatías entre los medios de comunicación.