Gilberto Pérez Castillo
Tres hechos recientes revelan que en el Congreso del Estado quienes mandan no son los intereses de los jaliscienses, que deberían sentirse representados por los diputados locales, sino los intereses particulares de políticos encumbrados o de entidades ajenas a la soberanía popular.

El intento del gobernador Francisco Ramírez Acuña de filtrar, dentro de una serie de reformas aparentemente lógicas, una modificación a la ley que regula la transparencia y la rendición de cuentas de los gobiernos, para eliminar una disposición que lo tiene ahora acusado ante el Ministerio Público, como medio para librar la sanción y para no empañar sus deseos de integrarse al gobierno de Felipe Calderón, muestran como las leyes en Jalisco pueden modificarse a capricho de algún político.

En contubernio con el gobernador Ramírez Acuña, un grupo de diputados del PAN, del PRI y del PRD, que creen que también podrían verse perjudicados por esa disposición legal a futuro, se sumaron al intento de cambiar esa ley, lo que muchos consideran un retroceso en materia de transparencia en Jalisco.

No obstante las numerosas expresiones de expertos, organismos públicos y privados, universidades, líderes de opinión, y aún la de sus propios partidos políticos, los diputados que ya se comprometieron con el gobernador a regalarle esa reforma se empecinan en buscar un hueco para salirse con la suya.

La segunda muestra reciente de que los integrantes del Congreso pueden estar siendo constantemente inducidos a servir a intereses ajenos a los de los jaliscienses se evidenció cuando trataron de explicar cómo se sufragarían los gastos del viaje que un grupo de legisladores hicieron a China y otros países de oriente.

Para justificar su viaje, algunos diputados señalaron que los boletos de avión y el hospedaje corrían por cuenta del gobierno chino, que fue quien los invitó a realizar el viaje.

Como es de imaginarse, un gobierno como el chino entiende perfectamente el uso que se le puede dar a un viaje como éste y sabe que muchos legisladores en el mundo pueden ser fuertemente influenciables a través de atenciones como las que les brindó a los diputados de Jalisco.

Es práctica común de gobiernos y grandes empresas hacer este tipo de invitaciones porque se ha probado que son un buen mecanismo para comprar las voluntades de gobernantes y de legisladores.

Un tercer botón de muestra de la sumisión de los diputados a los intereses particulares es la reforma que pretende cambiar la Ley Orgánica de la Universidad de Guadalajara para impedir que ésta pueda ser reformada a futuro por un mínimo de las dos terceras partes de los integrantes del Congreso.

Esta reforma también tiene un beneficiario particular y éste es el grupo político que controla a la casa de estudios y que prevé que el próximo gobierno estatal podría tratar de modificar esta ley para profundizarla también en materia de transparencia y rendición de cuentas de la universidad.

Por los compromisos que algunos diputados tienen con el grupo político universitario, pronto se dieron a la tarea de presentar la iniciativa y de buscar los votos para tratar de sacarla adelante lo más pronto posible.

Estos tres hechos nos señalan claramente que en la actualidad las leyes en Jalisco se crean y se reforman de acuerdo a los intereses particulares y coyunturales de los poderosos y no para generar mejores condiciones de vida para la mayoría de los habitantes del Estado.

Ante esta descarada transacción legislativa ni los propios partidos políticos que postulan a quienes hoy son diputados han podido meter en cintura a los legisladores que con cinismo transan las reformas.

Por eso, resulta necesario impulsar y presionar para que pronto Jalisco cuente con una moderna ley que regule las actividades de cabildeo en el Congreso.

Se necesita un ordenamiento que obligue a los diputados a informar qué personas o grupos tienen reuniones con ellos para tratar de influir en su intención de voto; que prohíba a los diputados recibir atenciones, regalos, pagos o cualquier beneficio por votar en algún sentido; que obligue a quienes hacen trabajo de cabildeo a registrarse y a hacer públicos los intereses que representa y los mecanismos de convencimiento que utilizan; y que establezca castigos severos para los diputados que voten una ley a cambio de beneficios personales y a quienes compren por cualquier medio que no sea el convencimiento la voluntad de los legisladores para beneficiar sus intereses particulares. *Publicado en el Semanario Crítica el 2 de Octubre de 2006.