Gilberto Pérez Castillo

En cuanto se dio cuenta de que había militantes del PRI que también son militantes del PAN, Eduardo Almaguer Ramírez, el recién estrenado dirigente municipal del PRI en Guadalajara, encabezó los esfuerzos por expulsar de su partido a quienes decidieron jugar doble en política.

Pero recientemente salieron a flote los apoyos que en lo personal y con sus aliados priistas le ha brindado Almaguer a Samuel Romero Valle del PRD, tanto para asuntos internos como de campañas electorales.

Aliados cuando Samuel Romero también era priista, parece que la amistad entre el ahora diputado perredista y el dirigente priista no ha distinguido la frontera entre lo amistoso y lo político y ambos se han seguido prestando mutuamente apoyos y estructuras partidistas en asuntos de elecciones partidistas y constitucionales.

Esto, por supuesto, pone en entredicho la lealtad de Almaguer a su partido y le quita la autoridad moral que es necesaria para emprender acciones en contra de quienes militan en el PAN y en el PRI.

Lo más preocupante, para los militantes priistas de Guadalajara, es si podrán tenerle confianza a su actual dirigente, con los antecedentes de haber ayudado a otro partido en elecciones, sobre todo cuando en el 2009 el PRI tendrá una importante oportunidad de recuperar espacios.