Lo no visto a lo largo de los últimos 15 meses -desde que asumió la gubernatura, pues- se registra estos días frente a la emergencia obligada por el Coronavirus y en contrapartida con el accionar del gobierno lópezobradorista: reconocimiento y aplausos para el gobernador Enrique Alfaro Ramírez.

La decisión de suspender las clases en todos los niveles a partir de ayer martes 17 y no hasta el lunes 23, como lo decidió el gobierno federal, y luego anunciar ayer el cierre de bares, cantinas, antros y negocios similares -a excepción aún de restaurantes, cines y gimnasios-, a partir de hoy, le ha sumado una cantidad de simpatías inimaginables de acuerdo a como venía gobernando.

Sin embargo, Alfaro y su gabinete no deben echar las campanas al vuelo porque el Coronavirus no resuelve el problema de la inseguridad pública que sigue siendo grave -basta ver los números de homicidios de estos últimos días-, ni tampoco las demandas de las mujeres cuya voz, luego de la exitosa marcha del domingo 18 y su ausencia el lunes 19, fue apagada por la pandemia que ha puesto de cabeza al mundo entero, pero sin duda resurgirá cuando la situación vuelva a su normalidad.

Pero hay otro factor que puede jugar a favor o en contra de Enrique Alfaro: el resultado de las decisiones que ha tomado para enfrentar el problema del coronavirus, decisiones que no pocos consideran apresuradas, y particularmente el del cierre de negocios que tienen que ver con el entretenimiento y del cual dependen muchas familias, porque no es lo mismo suspender clases o que deje de laborar el servicio público, donde los empleados seguirán recibiendo su sueldo, a que todos aquellos trabajadores que obtienen ingresos vía propinas en casinos, centros nocturnos, salones de fiesta y/o eventos, antros, bares y cantinas.

Ni qué decir las repercusiones que está medida tendrá en centros vacacionales como Puerto Vallarta, particularmente, o la Costa Alegre, pues si bien la afluencia de visitantes no será como en tiempos normales, la presencia de algunos comensales o personas significan ingresos, aunque sea pocos, para quienes viven de estos rubros.

Reitero: las afectaciones no serán recriminadas si realmente con ello se evita que el problema de salud sea mayor en caso de no haber tomado dichas medidas, pero si por alguna razón el problema rebasa a las autoridades locales y ni aún con haberlas implementados con tal anticipación se logra detener el avance del virus, entonces las reacciones son de pronóstico reservado.

Parece que en esta contingencia Alfaro Ramírez se juega el todo por el todo en términos políticos-partidistas, pues finalmente las decisiones que ha tomado no están ajenas del interés político -incluso lo es tan evidente frente a la ceguera y la incapacidad que su gobierno tuvo ante el problema del dengue-, y sin duda algúna ventaja de éste carácter buscará obtener.

Creo que aun nos falta mucho por ver en este asunto de la actuación de nuestras autoridades, federal y estatal, frente a la pandemia del coronavirus, y reitero que es aún muy pronto para asegurar que Enrique Alfaro ya ganó la partida y que pasada la contingencia resurgirá de entre las cenizas como el ave fénix en la preferencia ciudadana, porque dudo mucho que López Obrador se quede con los brazos cruzados viendo como sus adversarios obtienen “estrellitas” ciudadanas mientras él se convierte en el hazmerreir del país y el mundo.

Y, lo más importante, porque la inseguridad pública sigue siendo el “coco” de su gobierno y el combate a la corrupción ha quedado en mero discurso. Y esto lo tienen bien registrado los jaliscienses.

Y si no, al tiempo…