El gobernador Enrique Alfaro Ramírez llega a su tercer informe de gobierno -que rendirá hoy- muy mermado políticamente, lejos de lo que se habría imaginado él y lo que muchos creíamos que podría suceder allá por julio del 2018 cuando ganó la gubernatura, con una muy baja calificación de aprobación que lo coloca en la posición 25 de los 32 mandatarios estatales, y sin la imagen con la que hubiera querido llegar como fuerte aspirante a la candidatura presidencial en el 2024.

En el terreno nacional no tiene la presencia a lo largo y ancho del país que pretendió tener cuando como gobernador electo, desde la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, se lanzó abiertamente en contra del entonces presidente de la República electo, Andrés Manuel López Obrador, advirtiéndole no sólo que él y los alcaldes de Jalisco eran los responsables de la seguridad pública en el estado y que no eran unos simples invitados a las mesas de seguridad, sino que nunca lo vería postrado ante él. El costo de su confrontación con López Obrador lo ha pagado con creces Jalisco al no recibir de la federación los apoyos necesarios para las obras de infraestructura prioritarias que llevan ya tres años de espera y que nada augura que algún día vayan a llegar. Hoy, después de poco más de dos años de enfrentamiento con el Ejecutivo federal, se entendió que un gobernador no puede pelearse con el presidente de la República.

Otro costo que ha pagado muy caro fue el haber sido uno de los fundadores e impulsores de la hoy extinta Alianza Federalista que integró junto con otros nueve gobernadores de la oposición, varios de los cuales ya dejaron su cargo. El haber creado y formado parte de esta Alianza lo llevó a perder todo apoyo de la oficialmente reconocida Confederación Nacional de Gobernadores (Conago), a la que renunciaron los gobernadores aliancistas, quienes nunca fueron atendidos por el presidente López Obrador, quien los acusó de tener intereses partidistas y electorales antes que de beneficio para sus gobernados. Además, en ese contexto nunca fueron recibidos ni atendidos por algún miembro del gabinete federal, ni siquiera por la entonces secretaria de Gobernación, Olga Cordero.

En el rubro partidista, ya no es la única figura política en el partido Movimiento Ciudadano, pues aparecieron en el firmamento naranja dos nuevas estrellas: Samuel García, gobernador de Nuevo León, y Luis Donaldo Colosio Riojas, presidente municipal de Monterrey y quienes de acuerdo al resultado de algunas encuestas, militantes y simpatizantes emecistas lo prefieren como su candidato presidencial para el 2024 muy por arriba de Alfaro Ramírez.

En el terreno local, sus bonos ante la ciudadanía han venido a menos, particularmente con agrupaciones o colectivos que han sido víctimas de la delincuencia, ya sea por desaparecidos o por homicidios y feminicidios. Tampoco le han generado simpatías el sometimiento a su servicio de los otros dos poderes del Estado, el Legislativo y el Judicial, convirtiéndose el primero en una dependencia más del Ejecutivo o su oficialía de partes, aprobándole todas las iniciativas que les envía, aún por aberrantes que sean, como las reformas a la Ley del Instituto de Pensiones que provocaron la intervención de la Comisión Nacional de Derechos Humanos ante la Suprema Corte, presentando una Acción de Inconstitucionalidad.

Su enfrentamiento con la Universidad de Guadalajara y su líder político, Raúl Padilla López, no le ha ganado simpatías ciudadanas, no le ha dejado ninguna ganancia y, en cambio, sí lo ha desgastado bastante. En el último año, como nunca en ningún otro gobierno, Casa Jalisco ha estado “amurallada” con vallas para evitar se acerquen los cientos de manifestantes que en distintas fechas, por diversos motivos y con diferentes demandas han ido a protestar y exigir la intervención del gobierno del Estado para la solución de sus problemas.

Su influencia política, aunque se diga lo contrario, se ha mermado al interior de Movimiento Ciudadano con la aparición de la corriente de los Coparmex que encabezan los alcaldes de Guadalajara y Zapopan, Jesús Pablo Lemus Navarro y Juan José Frangie Saade, quienes abiertamente, y ante el propio gobernador, se presentaron en sus respectivos informes acompañados en primera fila por el ex rector Padilla López. El mensaje fue bastante claro y contundente.

Pero quizás la representación más fiel de la realidad del gobierno alfarista fue la que todo mundo observó en la plaza principal de Temacapulín ante el mismo presidente López Obrador. Cualquier cosa que quisiera decirse quedaba en nada ante las imágenes que ahí se vieron y el lenguaje corporal del Mandatario estatal. Esta historia es bastante conocida y quizás una de las que mayor difusión tuvo en su momento y que aún sigue retumbando en el ámbito político.

Ante todo este escenario dibujado líneas arriba, ¿qué gobernador veremos rindiendo su tercer informe de actividades? ¿Qué Enrique Alfaro se presentará ante sus “súbditos” diputados por última vez antes de que dejen su cargo? ¿Qué mensaje mandará a los jaliscienses, y no precisamente en texto sino “entre líneas”? ¿Estaremos viendo al mismo Alfaro que cierra la primera etapa de su gobierno o habrá el relanzamiento de un nuevo Enrique Alfaro preparado para lo que venga?

Al tiempo… es cuestión de horas.