Por Julio César Hernández

La perseverancia de Carlos García Arellano fue un factor determinante para llegar a la presidencia del Comité del PRI en Guadalajara.

Era un hecho que si García Arellano perdía la contienda interna frente a Eleazar Valle, acababan sus días en la política. Ya lo había decidido así: ganaba o se retiraba.

El domingo por la tarde, 196 consejeros decidieron su futuro y le dieron el triunfo para despachar hoy, oficial y formalmente –pues antes estuvo solo como encargado del despacho- como dirigente del priismo zapopano.

En medio de la euforia de sus seguidores -que sintieron este triunfo como si hubiera sido algo personal, porque eso les significó cobrar viejas cuotas pendientes-, García Arellano dijo algo que deben de tener en cuenta no sólo los priistas de Zapopan sino todos aquellos que hoy son oposición en sus municipios:

“Yo le pediría a todos mis compañeros y amigos que por ahora no hay que festejar; les pido por respeto a todos nosotros que tenemos que festejar cuando saquemos a los del PAN del Ayuntamiento de Zapopan, labor que debe corresponder al priismo zapopano, y para poder recuperar Zapopan, requerimos de Eleazar Valle y Margarita Gómez Juárez…”.

Es cierto. Con la elección de Carlos García los priistas zapopanos no han ganado nada. Los seguidores del nuevo dirigente deberán sentirse contentos y satisfechos, pero no es motivo de celebrar nada porque sus adversarios no son sus propios compañeros de partido –aunque para algunos sí-, sino los panistas que hoy tienen el poder en el municipio.

Y no menos razón tiene quien perdió la contienda, Eleazar Valle, cuando el mismo domingo declaró:

“El priismo de Zapopan no debe de confiarse en un voto de castigo hacia Acción Nacional. El priismo de Zapopan debe hacer su trabajo y lo demás se dará por añadidura…”.

Ojalá que, precisamente, el priismo zapopano entienda lo dicho por los dos contendientes, pero mucho dependerá del trabajo que encabece el ganador.