El gobierno de Aristóteles Sandoval contrató a un despacho de la Ciudad de México para que hiciera un diagnóstico del mismo y para elaborar una estrategia de mejoramiento de su imagen.
El diagnóstico -que incluyó estudios de opinión y entrevistas con miembros del gabinete- fue presentado en la encerrona de alrededor de 50 funcionarios que se realizó el 15 y 16 de enero en el hotel Danza del Sol de Ajijic y sus conclusiones fueron demoledoras para el gobernador y su equipo:

  • La sociedad jalisciense percibe al gobierno y al gobernador como distantes de los ciudadanos. Prepotencia, frivolidad y excesos es lo que ve la ciudadanía.
  • No existe un sentido común de gobierno. Cada secretaría jala para su lado pues.
  • No hay una comunicación interna eficiente. Nadie sabe qué hacen los demás. Es más, hasta el gobernador desconoce mucho de lo que hacen sus subalternos.
  • El gobernador está rodeado por una burbuja que lo mantiene aislado de su propio gabinete. Además nadie le habla con la verdad y sólo le dicen lo que él quiere escuchar.
  • No se comunica eficientemente a la sociedad lo que el gobierno hace. Antes se culpaba a Alberto Lamas por la mala imagen del gobierno, ahora esa culpa recae en Gonzalo Sánchez, director de Comunicación Social.
  • No hay cohesión interna, ni siquiera adentro de cada una de las secretarías. El gobernador no dejó a cada secretario armar su equipo de trabajo y les impuso a sus “cercanos”, que generan más problemas que inercias positivas.
  • El gobernador -salvo en la zona metropolitana de Guadalajara y Puerto Vallarta- es prácticamente un desconocido en el estado.
  • El gobierno estatal priista carga con las calificaciones negativas que puede tener una administración pública. Las positivas -cercanía, trabajo por la sociedad, sensibilidad- las tienen los gobiernos de Movimiento Ciudadano (MC), sobre todo el de Guadalajara.

 
Es decir, si el gobierno estatal fuera una orquesta, ésta está desafinada, cada ejecutante toca su propia música, sin importar el desagrado del público que les paga los sueldos a esos músicos.
El repartidero de culpas estuvo a la orden del día. Todos contra todos.
Sin embargo, ni el despacho contratado ni los funcionarios se atrevieron a asignarle ni un mínimo de la responsabilidad de la mala situación al director de la orquesta: el gobernador Aristóteles Sandoval.
De nueva cuenta se guardaron lo que piensan y le volvieron a decir al gobernador lo que éste quiere oír: “él es un gobernante muy trabajador, pero su equipo no lo ayuda a socializar lo mucho que hace”.
Como si el gobernador no fuera el responsable de la forma en la que construyó su propio gabinete, como si él no fuera culpable de dejarse aislar y estar alejado de su equipo y de la gente, como si el no tomará la decisión de quedarse en la comodidad de Casa Jalisco en lugar de estar en contacto con los ciudadanos de todo el estado y como si no tuviera la culpa de que los funcionarios que no sirven sigan en su gobierno.
Un diagnóstico al gusto del gobernado otra vez.
Más grave, el mismo diagnóstico que meses atrás en una encerrona en Puerto Vallarta -sin gastar en honorarios de despacho alguno- había concluido el mismo equipo. Y sin que se haya hecho nada para corregir.
Lo peor, no hay convicción entre los asistentes de que un grupo de consultores de la Ciudad de México pueda realizar a distancia una buena estrategia para mejorar la imagen del gobierno priista, ni de que ésta se pueda aterrizar.