Por Gilberto Pérez Castillo

Con su columna En Privado, titulada este miércoles ¿Y dónde está el copiloto?, Joaquín López Dóriga puso a temblar a los aliados de Francisco Ramírez Acuña e hizo brincar de alegría a quienes encabezan el Gobierno del Estado de Jalisco.

Este es el texto íntegro de la columna de López Dóriga que se publica todos los días en todos los diarios del Grupo Milenio, incluido el periódico Público de Guadalajara:

Para que la Acuña apriete… FlorestánUno de los riesgos de ocupar la cartera de secretario de Gobernación es la constante oscilación entre la precandidatura presidencial y la calle.

Así ha sido siempre, es el fantasma que ronda la vieja casona de Bucareli, de la que sólo han salido presidentes de la República y frustrados aspirantes.

A Los Pinos fueron Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Gustavo Díaz Ordaz y el último, hace casi cuarenta años, Luis Echeverría, pero la conseja se mantiene viva, bueno, la avivan los que llegan a ese cargo.

Se quedaron mirando todos sus sucesores, desde Mario Moya Palencia, en 1975, hasta Santiago Creel, 35 años después.

José López Portillo tuvo dos hombres en Gobernación, Jesús Reyes Heroles y Enrique Olivares Santana. Miguel De la Madrid, uno solo: Manuel Bartlett. Carlos Salinas, tres: Gutiérrez Barrios, Patrocinio González y Carpizo. Ernesto Zedillo, cuatro: Esteban Moctezuma, Emilio Chuayffet, Francisco Labastida y Diódoro Carrasco. Fox comenzó con Santiago Creel, que se quedó en precandidato, y Carlos Abascal.

Felipe Calderón designó a Francisco Ramírez Acuña, el gobernador de Jalisco que lo lanzó como precandidato el sábado 29 de mayo de 2004, lo que provocó la ira de Creel, el reproche de Fox y su renuncia al gabinete, el lunes 1 de junio, lo que convirtió en la oportunidad de una campaña que lo llevó a Los Pinos desde la oscuridad del océano y contra los designios de la pareja presidencial, que tenía su apuesta en Santiago.

Ya como presidente electo, Calderón formó algo más que una terna para buscar a su secretario de Gobernación, final en la que estuvieron, con Ramírez Acuña, Jorge Alcocer y Josefina Vázquez Mota.

El primer equipo, el que encabezaba Juan Camilo Mouriño, apostó fuerte por el jalisciense que hoy parece olvidarlo cuando no pasa por su mejor momento, lo que en Gobernación significa cruzar por lo peor: distante, ausente, encerrado, con dudas en su operación, ha perdido funcionalidad en el cargo; más ocupado en lo que pasa en su tierra y en su relación con los altos jerarcas de la Iglesia católica que en su función, lo que le ha merecido más de un reproche cuando la voz de Calderón truena y reclama: ¿dónde estaba Gobernación?

Unos dicen que la luz de Mouriño le oscurece, cierra caminos, inhibe opiniones y reduce acciones; otros que así es él; los hay que hablan de isquemias.

El caso es que, en estas circunstancias, hay quienes no lo ven mucho tiempo más en Bucareli, pudiendo ser una primera baja del equipo de Calderón, que antes de empezar su gobierno les dejó claro que nadie tenía un contrato por seis años, que todos eran sustituibles y que esta primera alineación la debían ver como un gabinete de transición.

Hoy las necesidades de gobierno parecen alcanzar aquella advertencia.

Nos vemos mañana, pero en privado.