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Julio César Hernández
Sin duda que el conflicto que a su interior vive el PAN por la dirigencia nacional quedó, prácticamente, íntimamente ligado al que se vive aquí en Jalisco por un mismo elemento: la arremetida en contra de los calderonistas. Yel objetivo es el mismo: el control del partido con miras al 2012.
Los adversarios de la corriente del presidente Felipe Calderón en ambos casos quedaron en desventaja y hoy están dispuestos a recuperar lo que alguna vez tuvieron en sus manos. En el plano federal, cuando Manuel Espino Barrientos encabezó la dirigencia nacional; en el estatal, cuando el grupo encabezado por Herbert Taylor Arthur mantuvo en su poder el partido por espacio de 15 años.
Tras la dolorosa derrota del domingo 5, los adversarios del calderonismo dentro del partido consideraron que era el momento para “asaltar” el poder. Unos, aprovechando la renuncia a iniciativa propia -no necesariamente voluntaria- de Germán Martínez a la presidencia; los otros, cubriéndose con un manto de pulcritud, culpando a la dirigencia estatal de ser la responsable de la debacle y exigiendo su renuncia, “perredizando” sus acciones con el cierre de la calle Vidrio, domicilio de la sede del partido.
Obvio es que ante la postura de los foxistas-yunquistas no sólo de no participar en la contienda por suceder a Martínez Cázares sino de hacer todo lo posible porque no alcance la votación necesaria para que César Nava se levante con la victoria, obliga a los calderonistas a cerrar filas no sólo con su candidato sino con la corriente misma ante el embate de los adversarios.
Y es por eso que defenderán a toda costa el territorio que hoy tienen, llámese Comité Ejecutivo Nacional o Comité Directivo Estatal. Y porque saben que si lo ceden, serán “desterrados” como lo fueron aquí en 1995 con la llegada al poder de Alberto Cárdenas, y en el 2000 al arribar por vez primera a Los Pinos, con Vicente Fox Quesada.
Si es así el escenario que observan los calderonistas, entonces no esperemos la derrota de los “paquistas” en Jalisco, aunque quizás en ese equilibrio de fuerzas tampoco la veamos por parte de los “emilistas”, aunque finalmente alguno de los dos tendrá que ceder más que el otro.
A menos que el CEN decida otra cosa.