Gilberto Pérez Castillo

La contaminación del Río Santiago constituye un verdadero acto criminal que no se corrige.
Tan sólo en las poblaciones de El Salto y Juanacatlán, donde la contaminación ya se cobró la vida de un niño, el daño en materia de salud para la población es constante y grave.
Al perjuicio generado a los humanos debe agregarse el daño al medio ambiente que, en cualquier sociedad moderna del mundo, implicaría por sí mismo penas severas a sus responsables.
En el tema de la contaminación de este río, como el de otros del estado y del país, existe dos responsables claros: quienes contaminan con sus desechos las aguas y las autoridades que lo permiten.
La reciente muerte de cientos de peces en las aguas del río demuestra que los niveles de contaminación ni siquiera se han controlado, mucho menos disminuido.
Ante el desdén de las autoridades federales y estatales para frenar la contaminación del Río Santiago, y con ello el daño que dia a día se les causa a la gente y al medio ambiente, la esperanza de la sociedad se centra en la próxima recomendación que la Comisión Estatal de los Derechos Humanos hará al respecto.