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Julio César Hernández
Cuando se habían dando pasos importantes para modernizar al Partido Revolucionario Institucional con la candidatura de una buena camada de jóvenes a las presidencias municipales y diputaciones que obtuvieron el triunfo y con el rechazo de prácticas autoritarias que llevaron a la destitución de Javier Guízar Macías como dirigente estatal, vemos con sorpresa que el tricolor se resiste a mantener el cambio y da pasos atrás.
De manera sorpresiva y casi “en lo oscurito”, la dirigencia nacional que preside Beatriz Paredes Rangel giró instrucciones para que su delegado en Jalisco, el senador Raúl Mejía, operara el relevo de la presidencia del Comité Estatal al más viejo estilo del partido, prácticamente imponiendo al nuevo dirigente, sin un proceso electoral abierto, donde se puedan manifestar los diversos aspirantes a concluir la gestión de Guízar Macías.
Prácticamente hay una regresión a decisiones de principios de los 90’s -finales del siglo pasado, por si así quieren entenderlo-, cuando el PRI era todavía el mandamás en el país y en el Estado. Los volvió a invadir el “síndrome de partido único”, quizás alentados o ensorbesidos por el aplastante triunfo del pasado cinco de julio.
Ordenar -porque eso es lo que se hizo- al Consejo Político Estatal que sesione y apruebe la convocatoria, para luego simular un proceso democrático e imponer a Rafael González Pimienta, no es lo que nos esperábamos de un partido que creíamos había aprendido la lección y estaba dispuesto a respetar sus propios procedimientos de elección.
¿Por qué no abrir un proceso de elección con requisitos suficientes para evitar que se registre “Juan de los Palotes” sólo para ver que le toca, pero con posibilidades de que se registren y contiendan quienes tienen con qué participar, aun y el propio González Pimienta, que valga subrayar había declarado que no le interesaba ser presidente del PRI, porque esa etapa él ya la había vivido?
Esta decisión no habla bien de una dirigencia nacional que parece estar “atrapada en los 90’s” cuando estamos con concluir la primera década del siglo XXI, pero mucho menos de unos consejeros -principalmente los representantes de los sectores del partido- que de avalarla demostrarían que le apuestan más a la regresión por su propio beneficio, que a la modernización por bien del partido.