El reciente escándalo -exagerado o no- generado por la presencia del alcalde Enrique Alfaro Ramírez en un evento de la CROC que encabeza Alfredo Barba Hernández y al que asistió en representación del gobernador Héctor Pizano Ramos, secretario del Trabajo, pone sobre el escritorio de José Socorro Velázquez Hernández, dirigente estatal del PRI, el tema de los sectores y organizaciones adheridas a su partido.
¿Qué les debe el PRI a sus sectores y organizaciones? ¿Qué le deben los sectores y organizaciones al PRI? Son dos preguntas que de un lado y otro deben encontrar la respuesta exacta con miras a los comicios del 2018 cuando estarán en juego la presidencia de la República, las senadurías, las diputaciones federales, la gubernatura, las diputaciones locales y las presidencias municipales.
En el reciente caso del evento croquista, la presencia de Alfaro Ramírez obedeció a una invitación protocolaria e institucional a la autoridad de la capital del estado, argumentó Alfredo Barba Mariscal, pero para algunos analistas y no pocos adversarios de los Barba, fue un “coqueteo” con quien aspira a la gubernatura por el Partido Movimiento Ciudadano y un mensaje entrelíneas no sólo a su partido sino al propio gobierno estatal de que la CROC de Alfredo Barba no dudaría en apoyar a un candidato no priista.
Yo me quedo con la explicación que dio Barba Mariscal, pero entiendo la lectura contraria. Y es en este sentido que vale plantear las dos preguntas anteriores y el tema de los sectores yorganizaciones del PRI.
De entrada, los sectores y organizaciones ya no pueden llamarse y ser llamados los pilares del PRI porque no lo son. Unos y otras se han debilitado internamente como resultado de la falta de atención por quienes han presidido al partido en los últimos años y porque quienes han sido los dirigentes de aquellas se han preocupado más por sus intereses particulares y “amarrar” un cargo público para ellos que por atender a sus bases.
La fortaleza del sector obrero representado por la CTM, la CROC-FROC y la CROM quedó en el pasado. La lealtad del sector campesino-productivo a través de la Liga de Comunidades Agrarias (CNC), la Federación de Pequeños Propietarios (FNPP) y los ganaderos del estado (UGR), quedó simplemente en el recuerdo. Y la contundencia de un diversificado sector popular (CNOP) prácticamente quedó en la nada.
Los sectores fueron rebasados por una realidad a la que no supieron acoplarse cuando en 1995 el PRI perdió por vez primera la gubernatura, pues simplemente llegaron a acuerdos con los gobiernos panistas en turno para que los dirigentes continuaran disfrutando de los privilegios de antaño, aunque con algunas pequeñas variantes, so pretexto de ser “institucionales”.
Por su parte, el PRI tampoco supo qué hacer con sus sectores y organizaciones durante los tres sexenios del PAN en el gobierno estatal y los dejó “al garete”, generando la debilidad con la que hoy deambulan en la política estatal, incapaces de generar temor en la oposición y esperanza y garantía de triunfo en el priismo jalisciense.
La disputa interna por el pequeño territorio es el espectáculo que en los últimos tiempos han dado las dirigencias de estos sectores y organizaciones priistas: Alfredo Barba vs Antonio Álvarez Esparza-Porfirio Cortés Silva-Rafael Yerena ; Roberto de Alba vs Eleazer Ayala; Jesús Casillas Romero vs Elisa Ayón; Javier Gamboa vs Leonel Sandoval…
El resultado de todo lo anterior lo hemos visto en cada proceso electoral pasado: cada vez menos cetemistas, croquistas, cromistas, cenecistas, parvifundistas, ganaderos y cenopistas -donde cabían todos aquellos que no eran los anteriores- votan a favor del PRI, y además de que ya no sienten que tienen la obligación de hacerlo, sufragan a favor de los otrora adversarios sin remordimiento alguno.
Vamos, en una palabra: el anterior “voto duro” del PRI es hoy un voto “blandengue” reflejo de lo que sucede en las cúpulas partidista.
Ello ha llevado a que las dirigencias priistas -nacional y estatal- reconozcan que, hoy por hoy, los votos priistas ya son insuficientes para darle el triunfo a sus candidatos, y eso las ha llevado a tener que forjar alianzas con otros partidos que en muchos caso no sólo les han resultado bastante caras sino que las han hecho a costa de la militancia tricolor.
Así, pues, el “affaire” croquista de días anteriores debería servir a la dirigencia que encabeza José Socorro Velázquez para replantearse qué hacer con los sectores y organizaciones adheridas al PRI en Jalisco, lo que no creo que se solucione con un simple desayuno con sus dirigentes ni asistiendo a sus eventos para colocarse en el presidium.
Si este escenario no se observa en la cúpula priista, entonces no debe extrañarnos que cada vez sea mayor el número de militantes que deciden ya no digamos renunciar al partido y lanzarse a los brazos del adversario frente a los medios de comunicación, porque eso suelen hacerlo quienes ya no ven satisfechos sus intereses particulares y buscan estar en la nómina en turno, sino de aquellos que silenciosamente en las urnas cruzan el signo de un partido que no es el del Revolucionario Institucional.
Y si no se observa así, al tiempo.