Indudablemente que las candidaturas independientes han dado a la política una “refrescada” que debemos de agradecer aún y quienes somos convencidos del sistema de partidos políticos, pues aquellas han obligado a éstos a dar pasos hacia su reforma y modernización, aunque hasta el momento sin muchos avances. Eso no lo podemos negar.
Sin embargo, vale la pena poner todo en su justa dimensión y no caer en la sobrevaloración de las candidaturas sin partido y condenar a éstos como lo peor, tal y como ha sucedido a partir de que aquellas lograron sus primeras victorias con Jaime Rodríguez “El Bronco”, en la gubernatura de Nuevo León; Manuel Clouthier, en una diputación federal; aquí en Jalisco Pedro Kumamoto con una diputación local; y Alfonso Martínez con la presidencia municipal de Morelia, además de José Alberto Méndez Pérez con la alcaldía en el modesto municipio de Comonfort, Guanajuato. Todos ellos el año pasado.
En 2015 contendieron 125 candidatos independientes, de los cuales ganaron los arriba mencionados. Pocos, pero con triunfos de calidad: una gubernatura, una diputación federal, la capital de un estado importante como es Michoacán, y una diputación local de un estado de la importancia de Jalisco. Claro, sin demeritar la victoria en Comonfort.
Ahora el pasado domingo participaron mil 819 candidatos en 14 estados, de los cuales 308 fueron sin partido y de ésta última cifra nueve contendieron por una gubernatura. Ninguno ganó. Y de los nueve, ocho no superaron, en promedio, el tres por ciento de votos, mientras sólo uno, en Chihuahua, obtuvo poco más del 18% de la votación.
Es interesante comparar el número de firmas que estos candidatos entregaron para lograr su registro y el número de votos obtenidos. La mayoría, por no decir todos, no lograron igualar las firmas con los sufragios a favor. Estos fueron mucho menos.
De esos 308 candidatos independientes, ninguno ganó una diputación local, pero nueve de ellos si obtuvieron la presidencia municipal por la que contendieron. Sin embargo, sin demeritar el municipio que ahora gobernarán, ninguno es capital de un estado, como ocurrió el año pasado con Morelia.
Los municipios que serán gobernados por un alcalde independiente son:

  • Mazatecocho y Santa Cruz, en Tlaxcala.
  • Jaumave y Llera, en Tamaulipas.
  • Cosío, en Aguascalientes.
  • Tlanalapa, en Hidalgo. Putla, en Oaxaca.
  • Ciudad Juárez e Hidalgo de Parral, en Chihuahua.

Frente a este escenario planteo las siguientes preguntas:

  • ¿Dónde quedó, entonces, la figura del candidato ciudadano tan sobrevaluada como la opción por la que la ciudadanía se avalanzaría ante el desprestigio de los partidos políticos, a partir de las pasadas elecciones del 2015?
  • ¿No se hicieron pronósticos muy optimistas el año pasado de que después del triunfo de “El Bronco”, de Clouthier y de Kumamoto, las candidaturas independientes nadie las paraba e iban a seguir imponiéndose en las urnas sobre los “diabólicos” políticos postulados por sus partidos?
  • Qué acaso la actuación en apenas un año  de ejercicio de los independientes ganadores el año pasado, ya decepcionó a la mayoría ciudadana de las entidades donde hubo elecciones el domingo que consideraron no respaldar a esta figura?
  • ¿O es muy poco tiempo un año para evaluar el desempeño de estos independientes que la ciudadanía prefirió mejor apoyar al “malo por conocido que bueno por conocer?
  • ¿Acaso alguien fuera de Nuevo León está al tanto y se preocupa por lo que haga o deje de hacer “El Bronco”?
  • ¿Acaso la labor de Clouthier en la Cámara de Diputados es seguida puntualmente por ciudadanos ajenos a Sinaloa para evaluar la labor de un independiente?
  •  ¿Acaso el ciudadano ajeno al distrito 10 de Jalisco sigue a “pie juntillas” las propuestas de Kumamoto, quien se empeña en actuar para la tribuna?
  •  ¿Alguien sabe cuáles son los logros de los alcaldes de Morelia y de Comonfort?

Creo que lo sucedido el domingo con respecto a los candidatos independientes sirvió, reitero, para colocar en su justa dimensión a esta figura cuyo futuro es impredescible como ganadora de elecciones en el rango de una gubernatura, una diputación federal, una senaduría o la propia presidencia de la República.
Sirvió para confirmar que si una candidatura independiente con alcance estatal no es impulsada por grupos fácticos como los empresariales, académicos y/o medios de comunicación -que ponen entonces en entredicho lo de “independientes-, ninguna candidatura independiente podrá tener futuro y ser exitosa.
Y sirvió también para callarle la boca a todos aquellos promotores que apostaron -y apuestan- por el debilitamiento y la desaparición de los partidos políticos como la solución a los problemas del país.