Durante más de un año todos los errores y la falta de una verdadera cohesión y armonía al interior de la fracción de los diputados locales del PRI fueron achacados a Miguel Castro, su primer coordinador.
La pérdida del control de una amplia mayoría, que se lograba con las fracciones del PRD, del Partido Verde y algunos panistas, aunada a la ruptura de los acuerdos con el primero, derivaron en la alianza temporal que hicieron PAN, PRD y Movimiento Ciudadano para arrebatarle al PRI los órganos de control y administración del Congreso.
La insistencia de Miguel Castro de no aceptar su partida para Casa de Enlace, ni el reparto de beneficios económicos para los diputados, se decía, generó inconformidad al interior del grupo priista. También se le cuestionaba los frecuentes cambios en las señales en las decisiones que tenían que votar los diputados del PRI.
Pero Miguel Castro dejó de ser coordinador de los diputados locales priistas desde noviembre del 2013, para convertirse en presidente del PRI Guadalajara, y las cosas no sólo no se componen, se empeoran.
Ahora, bajo la coordinación de Rafael González Pimienta, la fracción priista ha sufrido reveses mucho más graves que los vividos cuando Castro estaba al frente.
La creación del llamado G10, que reúne a diputados de Movimiento Ciudadano y el PAN fue una nueva sorpresa que debilita mucha más la fuerza del PRI en el Congreso de Jalisco.
El cambio de señales respecto a la aceptación y luego rechazo del dinero para Casas de Enlace ha sido el que mayor desgaste les ha traído a los diputados priistas. Y la pérdida de ese ingreso trae muy molestos a los diputados del PRI.
Queda claro pues que los errores cometidos por la fracción parlamentaria del PRI en Jalisco no eran atribuibles a Miguel Castro cuando fue su coordinador porque, como se ve, los errores se siguen cometiendo, y más graves
Todo indica que los problemas de la fracción del PRI en el Congreso local no radican en quién sea su coordinador, sino que es un problema de mayor gravedad y profundidad, que tiene que ver con la añeja cultura política y la conocida e irreflexiva disciplina priista,