Voltear a la derecha y ver lo que sucede en el Partido Acción Nacional provoca risa y tristeza al mismo tiempo. Risa, porque los panistas “ven la tormenta y no se hincan”, como reza el dicho. Tristeza, porque es lamentable que en un partido con tanta historia y que, aun cuando ellos lo nieguen, representan a un espectro amplio e importante de mexicanos, se encuentre envuelto en una “guerra intestina” que el objetivo parece ser acabar con el partido mismo.
Sobre decir que haber llegado al poder -en 1995 en Jalisco y en 2000 a nivel nacional-, fue el principio del fin de un partido que escribió importantes páginas en la historia política de México como oposición.
Arrastrados por un sistema que fueron incapaces de modificar al llegar por primera vez a Los Pinos y por la ambición provocada por haber saboreado las mieles del poder, los panistas hoy parece no entender su realidad y se encuentran enfrascados -prácticamente todos- en una lucha por administrar la derrota, por quedarse con las “migajas” de poder que les deje el resto de los partidos que prácticamente los han rebasado.
A nivel nacional, los panistas parece que hicieron una tregua a fin de salir lo mejor posible de un torrente de pleitos, de diferencias, de descalificaciones, de “guerra de lodo” que se estuvieron intercambiando en los últimos meses, y han tomado con seriedad las contiendas que se avecinan por varuas gubernaturas en el país.
Pero a nivel local, en Jalisco, es lamentable que los panistas, al cuarto para las doce, estén peleándose por las candidaturas, por los espacios desde donde pretenden alcanzar el poder no para cumplir con su lema de procurar el bien común sino para saciar su ambición de ese poder desde el que pueden hacer negocios.
No puedo destacar que en esa lucha los panistas tengan que recurrir a los tribunales, porque precisamente es el PAN el que en los último años ha judicializado más sus procesos internos de elección. El número de recursos interpuestos rebasan, y por mucho, a los de otros partidos.
El enterarnos de que un grupo de panistas ha entrado a una lucha frontal contra la decisión de la dirigencia estatal de definir las candidaturas plurinominales por designación, no es sino reflejo de esa ambición donde se antepone el interés personal al general. Y viceversa: la dirigencia estatal decide hacer valer su autoridad para implementar un método que sabe le será favorable.
No hay duda que mientras más se ahonda la diferencia entre los panistas, más se hunden en el desprestigio y más se rezagan en la preferencia ciudadana. Pero eso no parece importarles.
Es la ambición por la nómina la que se ha convertido ya en el principal objetivo por satisfacer de muchos de ellos.
Y eso, es una lástima.