No es cosa menor ver a dos cardenales, príncipes de la Iglesia -uno emérito y otro en activo-, enfrentados por una misma causa: la escultura Sincretismo, obra del artista Ismael Vargas, que para uno, directamente, ofende a los católicos, y para el otro, indirectamente, no fue esa la intención del autor.
Para quien está al tanto de los asuntos del clero en Guadalajara -que no son muchos-, no son desconocidas las diferencias que sostienen el cardenal emérito Juan Sandoval Iñiguez y el hoy arzobispo de Guadalajara, cardenal José Francisco Robles Ortega, desde el momento de la llegada del segundo para suceder al primero, luego de que el Papa aceptó su renuncia por razones de edad.
Los ejemplos de esas diferencias motivo del distanciamiento entre los dos cardenales son diversas, algunas que no han trascendido del círculo de los hombres allegandos a ambos y otras que se escuchan en los corrillos eclesiásticos o que han quedado evidenciados a la luz pública.
Por ejemplo:

  • La negativa del cardenal Juan Sandoval a dejar la casona donde reside en el centro de Tlaquepaque.
  • La suspensión inicial del cardenal Robles Ortega de los trabajos del Santuario de los Mártires, hasta en tanto no se realizara una revisión exhausta de la obra misma y de los recursos económicos para su realización.
  • La designación del rector de la Universidad de Valle de Atemajac (Univa), en el que el candidato de Sandoval Iñiguez era uno y el de Robles Ortega otro que finalmente fue designado tras desplazar al del primero.
  • La creación de dos grupos de sacerdotes: los que están con el cardenal emérito, que aseguran es mayoritario, y los que apoyan al Arzobispo de Guadalajara, que dicen son los menos. Incluso, a diferencia de años atrás, apenas si cuenta con un solo obispo auxiliar, cuando mpor ejemplo el finado Juan Jesús Posadas Ocampo llegó a tener cinco o seis.

Y así podrían mencionarse algunos más que confirman este desencuentro entre los dos príncipes de la Iglesia en Guadalajara, que se ha evidenciado alrededor de esta escultura en la que se incluye la imagen de la Virgen de Guadalupe con los brazos extendidos y rodeada de seis serpientes, una de ellas encima de su cabeza, y otras seis calaveras o concretamente cráneos.
Para no pocos católicos, la instalación de esta imagen modificada en una obra colocada sobre el camellón de una de las avenidas más transitadas de la ciudad, es una ofensa a su religión y a su fé, y exigen al alcalde Enrique Alfaro que la retire. Su exigencia ha sido apoyada por el cardenal Juan Sandoval que criticó severamente al alcalde del que dijo que no era creyente, le criticó que pretendiera creerse un mecenas del arte y acusó de hacer un “guardadito” para su campaña por la gubernatura con parte de los recursos públicos con los que ha pagado ya algunas polémicas obras que integran el programa Arte Urbano.
Para otros católicos también -o al menos eso dicen ser-, la obra de Ismael Vargas no ofende su religión ni fe, opinión con la que coincide el cardenal Robles Ortega que en sus declaraciones en torno a esta polémica ha sido tibio, evasivo, y se ha enfocado más en el autor de la obra (Vargas) que en la autoridad municipal (Alfaro) que la aprobó, pagó por ella y decidió dónde debería ser colocada.
La “gota que derramó el vaso” fue su declaración del domingo anterior, cuando además de difundir la carta que le envió el artista Ismael Vargas -donde justifica su obra y aclara que nunca tuvo la intención de ofender-, aseguró que sólo los “fieles sencillos” se pueden sentir agraviados, que sólo pueden sentirse ofendidos aquellos “que no tienen la capacidad de trascender la obra de arte y el significado (…).
“Los más sencillos, los más humildes religiosos a la devoción de la santísima virgen acostumbrados a ver su imagen única, clásica, pues se ven como perturbados, confundidos, de esta interpretación que quiere ser artística”.
Pero sin exigir o solicitar abiertamente a la autoridad municipal el retiro de esta obra, como sí lo hizo el cardenal Juan Sandoval, el arzobispo Robles Ortega dejó a la interpretación de las autoridades “esa inquietud legítima que tienen estas personas de disentir y de expresarse”.
Por el momento, el cardenal Sandoval Iñiguez no ha vuelto a declarar públicamente sobre el tema, pero en las dos ocasiones anteriores dejó de manifiesto que está en contra de la postura tibia de su sucesor en la Arquidiócesis tapatía.
¿Qué vendrá ahora? Al tiempo.